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Cada día se evaporan más de mil kilómetros cúbicos de agua de la tierra y el mar. El vapor de agua se condensa en las minúsculas gotitas de líquido que componen las nubes, y, finalmente, vuelve a caer sobre la tierra en forma de lluvia, granizo o nieve. Cada tres milenios, este movimiento cíclico del agua entre el suelo y el cielo recicla una cantidad de agua equivalente a la de todos los océanos del mundo.Esto se denomina el ciclo hidrológico, y toda la vida del planeta depende de él. El ciclo hidrológico crea agua fresca a partir de la sustancia salada de los océanos, porque la sal queda atrás cuando el agua se evapora. Gran parte del vapor de agua cae en forma de lluvia y vuelve a los océanos. Pero parte de ella cae sobre la superficie de la tierra, forma arroyos y ríos y vuelve al mar.
Parte del agua sigue otros derroteros durante el ciclo hidrológico. Si cae en forma de nieve sobre los casquetes polares, puede quedarse inmovilizada cientos de miles de años. Y parte del agua se filtra a través de tierra y roca porosa, hasta encontrar una capa de roca impermeable. Después rezuma por vertientes del subsuelo como agua subterránea, hasta llegar a acuíferos que se abren paso hasta la superficie en forma de manantial, o que se pueden explotar mediante pozos.
El agua subterránea se puede bombear para volver al aire antes de conseguir encontrar el camino de regreso al mar. Las plantas la absorben a través de sus raíces y la liberan de sus hojas en forma de vapor, proceso que se denomina transpiración. Un abedul normal transpira unos 360 litros de agua al día.
El ciclo hidrológico en realidad consiste en una serie de engranajes subordinados, cada uno de los cuales va a distinto ritmo y transporta agua entre la tierra, el mar y el cielo.
Una de las cuestiones clave para los científicos que estudian el cambio climático es la forma en que el ciclo hidrológico podría cambiar en un mundo calentado por el reforzamiento del efecto invernadero. Hay múltiples motivos por los cuales este tema es de la máxima urgencia. ¿Acentuará el calentamiento global los problemas actuales provocados por la menguante capacidad de los recursos hidrológicos de satisfacer la demanda de agua? ¿O los aliviará? ¿Qué ocurrirá con los casquetes polares, crecerán o disminuirán? ¿Cuánto subirá el nivel del mar? ¿Serán más frecuentes las tormentas y las inundaciones?
Aún no se conoce la respuesta a estas preguntas. Ingenuamente cabría esperar que un mundo más caliente fuera también más seco. Pero más calor significa más evaporación, y la mayoría de los que trabajan actualmente en modelos climáticos consideran que el calentamiento global hará que el ciclo hidrológico se acelere aún más, poniendo más humedad en el aire.
El mundo será en general más húmedo, pero las consecuencias para las precipitaciones variarán dependiendo de la región. Algunas se volverán más secas. Y las diferencias estacionales podrían ser más pronunciadas.
Como las tormentas, en especial los ciclones, están vinculadas a las tasas de evaporación, un ciclo hidrológico acelerado podría intensificar los acontecimientos extremos, con el consiguiente peligro de inundaciones catastróficas. Algunas regiones podrían incluso sufrir más inundaciones y más sequías.
Prácticamente todas las estructuras y directrices para la gestión del agua, como la asignación de recursos y el funcionamiento de las presas, se han construido sobre la base del ciclo hidrológico del momento actual. Un informe elaborado en 1990 por el Panel de Agua y Clima de EEUU afirma: "Teniendo en cuenta los altamente probables cambios climáticos, los gobiernos deberían volver a evaluar a todos los niveles los procedimientos legales, técnicos y económicos para la gestión de los recursos hidrológicos". Como dice un viejo proverbio: ver el futuro es bueno, pero prepararse para afrontarlo es mejor
Parte del agua sigue otros derroteros durante el ciclo hidrológico. Si cae en forma de nieve sobre los casquetes polares, puede quedarse inmovilizada cientos de miles de años. Y parte del agua se filtra a través de tierra y roca porosa, hasta encontrar una capa de roca impermeable. Después rezuma por vertientes del subsuelo como agua subterránea, hasta llegar a acuíferos que se abren paso hasta la superficie en forma de manantial, o que se pueden explotar mediante pozos.
El agua subterránea se puede bombear para volver al aire antes de conseguir encontrar el camino de regreso al mar. Las plantas la absorben a través de sus raíces y la liberan de sus hojas en forma de vapor, proceso que se denomina transpiración. Un abedul normal transpira unos 360 litros de agua al día.
El ciclo hidrológico en realidad consiste en una serie de engranajes subordinados, cada uno de los cuales va a distinto ritmo y transporta agua entre la tierra, el mar y el cielo.
Una de las cuestiones clave para los científicos que estudian el cambio climático es la forma en que el ciclo hidrológico podría cambiar en un mundo calentado por el reforzamiento del efecto invernadero. Hay múltiples motivos por los cuales este tema es de la máxima urgencia. ¿Acentuará el calentamiento global los problemas actuales provocados por la menguante capacidad de los recursos hidrológicos de satisfacer la demanda de agua? ¿O los aliviará? ¿Qué ocurrirá con los casquetes polares, crecerán o disminuirán? ¿Cuánto subirá el nivel del mar? ¿Serán más frecuentes las tormentas y las inundaciones?
Aún no se conoce la respuesta a estas preguntas. Ingenuamente cabría esperar que un mundo más caliente fuera también más seco. Pero más calor significa más evaporación, y la mayoría de los que trabajan actualmente en modelos climáticos consideran que el calentamiento global hará que el ciclo hidrológico se acelere aún más, poniendo más humedad en el aire.
El mundo será en general más húmedo, pero las consecuencias para las precipitaciones variarán dependiendo de la región. Algunas se volverán más secas. Y las diferencias estacionales podrían ser más pronunciadas.
Como las tormentas, en especial los ciclones, están vinculadas a las tasas de evaporación, un ciclo hidrológico acelerado podría intensificar los acontecimientos extremos, con el consiguiente peligro de inundaciones catastróficas. Algunas regiones podrían incluso sufrir más inundaciones y más sequías.
Prácticamente todas las estructuras y directrices para la gestión del agua, como la asignación de recursos y el funcionamiento de las presas, se han construido sobre la base del ciclo hidrológico del momento actual. Un informe elaborado en 1990 por el Panel de Agua y Clima de EEUU afirma: "Teniendo en cuenta los altamente probables cambios climáticos, los gobiernos deberían volver a evaluar a todos los niveles los procedimientos legales, técnicos y económicos para la gestión de los recursos hidrológicos". Como dice un viejo proverbio: ver el futuro es bueno, pero prepararse para afrontarlo es mejor
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