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Similitudes y diferencias en el desarrollo embrionario
La llamada ley biogenética de Haeckel que afirmaba que la ontogenia o desarrollo embrionario de un organismo era una recapitulación breve de su filogenia o secuencia evolutiva de las especies antecesoras. Esto se interpretaba como una prueba embriológica de que tanto los hombres como las aves habían evolucionado a partir de sus antepasados los peces.
En realidad, cuando se analizan los embriones tempranos de las diferentes clases de vertebrados, se observa que éstos presentan notables diferencias. El de los peces posee casi un aspecto esférico. En los anfibios es más ovalado. Los reptiles se caracterizan por su alargamiento, mientras que en las aves se alcanza un mayor tamaño de la cabeza. No cabe duda de que el embrión de los mamíferos es el más complejo desde el punto de vista estructural. Esto lo explica con mucho detalle el biólogo norteamericano, Jonathan Wells , en su obra Icons of Evolution.
Son tantos los datos de la embriología que contradicen esta ley que pronto fue abandonada por la comunidad científica. Sin embargo, a pesar de este rechazo lo cierto es que todavía continúa apareciendo en los textos escolares de secundaria como una confirmación de la teoría transformista.
En la actualidad, los embriólogos saben que los embriones de los vertebrados se diferencian progresivamente en varias direcciones, sólo para converger en apariencia a mitad del proceso y luego volver a divergir hasta formar órganos o estructuras que pueden ser parecidas entre sí, pero que se han formado a partir de células o tejidos absolutamente diferentes. Por ejemplo, la presencia en los embriones de los mamíferos de un corazón con dos cavidades y unos arcos aórticos parecidos a los de los peces, se debe a que tales embriones sólo necesitan en las primeras etapas de su desarrollo una circulación simple, ya que están alimentados a través de la placenta materna. Pero más tarde, la circulación sanguínea se vuelve doble a fin de que los pulmones permitan la respiración autónoma del bebé. De manera que la presencia de tales órganos se debe a las diferentes necesidades fisiológicas del embrión durante el desarrollo y no a su pretendido parentesco evolutivo con los peces. La forma de los órganos de los embriones viene impuesta por las exigencias fisiológicas y no por su pasado filogenético.
Contra las pretensiones de la ley biogenética, finalmente ha sido la genética quien ha aportado la prueba definitiva. El ADN de cada especie está determinado únicamente para desarrollar el cuerpo de los individuos que pertenecen a dicha especie. No es capaz de volver a recrear en el desarrollo embrionario las etapas de otros organismos supuestamente anteriores y relacionados entre sí. El genoma de cada ser vivo sólo expresa aquello que corresponde a su propio género.