¿De que tratan los capitulos 30 y 38 de la historia de un pepe?
dejare un link con el pdf con el libro si no saben de que libro hablo
CyberCrazy:
https://www.google.com/url?sa=t&source=web&rct=j&url=http://bibliotecadigital.tamaulipas.gob.mx/documentos/descargar/4360&ved=2ahUKEwimqezB9dHbAhXJs1kKHZ2BDTAQFjAAegQIABAB&usg=AOvVaw3imAHh9mXU2uds1MEAEviZ
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Librodot Historia de un pepe José Milla
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I
Una desconocida a quien sigue un desconocido
Personas a quienes conocimos ancianas ya y que duermen hoy el sueño eterno debajo
de la tierra, nos contaban que los últimos días de diciembre de 1792 fueron
extraordinariamente fríos, y el 28 del mes aún más destemplado que los otros.
Como en aquellos tiempos no se hacían observaciones meteorológicas, nuestros
lectores tienen que conformarse con el dicho de los viejos, de quienes tuvimos nosotros la
noticia, y creer, sobre su palabra, que el día de Inocentes de 1792 faltó muy poco para que
se cubrieran de escarcha los tejados de esta capital.
Bien sabido es, además, que en aquella época la novísima ciudad de Guatemala no
contaba por las noches con otro alumbrado que el que proporcionaban generosamente a la
tierra las estrellas del cielo y el de la luz mortecina que despedían, en una u otra calle, las
candilejas encerradas en algunos nada limpios faroles, colgados delante de los nichos de los
santos.
La ciudad parecía, pues, un vasto panteón, donde no se veía criatura viviente, ni se
oía otro rumor que el que formaba el cierzo helado que hacía retemblar los cristales de las
ventanas.
En el centro mismo de aquel cementerio de vivos había otro de muertos, el de la
parroquia del Sagrario, que ocupaba el sitio donde se levanta hoy el mercado central, i
Extrañas vicisitudes las de las cosas de este mundo I Aún no hace cincuenta años la
manzana que cae al oriente de la catedral era un lugar destinado a guardar los despojos de
la muerte. Un día se notificó a los difuntos la orden de desocupar el campo y las blancas
osamentas tomaron, en silencio, el camino de San Juan de Dios. Aún nos parece que vemos
desfilar por las calles la fúnebre procesión.
Hoy ocupa el antiguo palacio de la muerte todo cuanto puede contribuir a mantener la
vida. ¡Qué bulliciol iqué algazara! ¡qué animación I Cuando solemos atravesar el mercado,
abriéndonos paso con dificultad al través de los promontorios de vendimias y entre la
apilada muchedumbre de los expendedores, nos asalta la idea de que sería un espectáculo
curioso el que se ofrecería a aquella multitud si se presentaran de repente los antiguos
propietarios del local, reivindicando el sitio de que se les despojó sin oirlos.
Perdonad, lectores, la digresión, y volvamos al año 1792, en que no había en la
plazuela del Sagrario mercado sino cementerio
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