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"Desde niño sentí una inclinación por lo extraño, por las cosas que quizás no tienen explicación lógica, soy un
convencido de que existen fuerzas astrales que piden nuestra ayuda, y algunos nacemos con el don de
escucharlos. Mire le cuento, una vez, estando yo muy joven, trabajaba en una finca propiedad de un cura, que me
pidió el favor de que le buscara el punto más indicado para clavar un tablero de baloncesto. Con lo que viví ese
día, me di cuenta que tenía que obedecer ese llamado.
Resulta que salí a la cancha, y exactamente en el sitio que sentí que debía quedar el tablero, justo allí, casi a 30
cm de donde empecé a cavar, me encontré una olla de barro. Eso fue como a las 4:00 p.m, pero no dije nada, volví
a tapar el hueco y regresé por la noche.
A las 6:30 p.m volví a cavar y me encontré 16 ollas más con algunos restos humanos. ¿Sabe que era? Restos
indígenas. Después de retirarlo todo llame al padre y se lo entregué, al fin y al cabo, la propiedad era de él.
Afortunadamente, el padre me llamó a los días y me preguntó que si a mí me atraía lo desconocido. Le respondí
que siempre he sentido algo sobrenatural. Entonces él se convirtió como en mi profesor, y me enseñó cómo
diferenciar entre una cosa y la otra; para que sepa, una cosa es una guaca y otra cosa es un entierro, luego le
explico la diferencia.
Este padre me prestó varios libros y, luego de haberlos leído me recomendó que fuera donde el padre Ancízar,
quien me enseñó la técnica de búsqueda a través de péndulo o de varillas orquilladas. Eso hace parte de una
ciencia que se llama radiestesia. A ellos dos les debo el conocimiento que tengo hoy día".
Guillermo, el pragmático
"Primero que todo, si quiere que le hable del tema, usted tiene que saber un par de cositas. Hay que saber
diferenciar un entierro de una guaca; el primero es de blancos, o sea, como nosotros o los que en el pasado eran
hijos de españoles. Ahora, lo que la gente llama guaca, es el entierro de indios.
Es más, si quiere hablar de guacas, hay que mencionar a los espantos, necesariamente una cosa se relaciona con
la otra. Le voy a decir porqué.
Yo nací y crecí en una casa muy grande, de esas antiguas de por aquí de Boston. Mi familia siempre rezaba a las
8:00 p.m el rosario pero a nosotros nos mandaban a dormir a esa hora. Una noche, vimos una luz blanca que
caminaba por todo el corredor, pero creímos que era la que le ayudaba a mi mamá en el oficio.
Eso lo vimos como tres días seguidos, salía del mismo punto y llegaba a la puerta del solar y se perdía. Mi
hermanita y yo decidimos seguirla y pegarle un susto a la muchacha del servicio, pero los asustados fuimos
nosotros, pues resulta que donde se perdía la luz, en ese punto vimos como a un niño que se montó a un árbol.
A los meses vendieron la casa, y a los años me enteré que ahí, en el mismo punto donde se perdía la luz,
encontraron varias vasijas llenas de oro; si viera, ese señor se tapó de plata.
Yo tengo el don de ver esas cosas, de ver esas luces, los bultos que llaman, o sea, como los espíritus de los
muertos. Vea le cuento, luego de que salimos de esa casa en Boston nos fuimos para Buenos Aires, y he visto
luces y sé que ahí debe haber algo.
Me acuerdo mucho de la vez que estuve en Marmato (Caldas). Eso fu hace muchos años, estaba trabajando en
una finca, y varios de los que ordeñaban decían que veían como unas luces cerca de donde hacían su trabajo. Yo
le dije al dueño que si me daba herramienta y permiso para ir a buscar, que quien sabe qué se podía encontrar.
Me fui con varios compañeros, y vi las luces y comencé a cavar varios metros más allá, porque vea le explico,
como los indios enterraban a sus muertos con sus pertenencias, en su mayoría metales, que de estar enterrados
sueltan unos gases, al entrar en contacto con el aire, producen la llamarada.
Bueno, entonces le sigo contando, resulta que ahí en ese sitio no encontramos nada. Nos devolvimos para la casa
en que amanecíamos y los vecinos nos decían ‘don Guillermo, en ese camino espantan’, pensé yo, no debe estar
donde cavamos sin por acá.
Salí con uno de los que estaba conmigo como a media noche, abriendo camino y llegamos a punto donde hacía
mucho frío y, con los aparatos que llevábamos; que tampoco le he dicho a usted que yo tengo dos detectores de
metales, uno de tres y otro de ocho metros de alcance, pues resulta que nos pitó.
Yo le dije al patrón que ahí debía haber algo. Preciso, cavamos y encontramos algo parecido a un hacha, pero toda
de piedra. Seguimos cavando y aparecieron unas vasijas de barro con algo de oro mezclado con ungüento que se
saca de la mata de borrachero hembra.
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