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La relación entre el cristianismo y la política es un tema históricamente complejo y una fuente frecuente de desacuerdo a lo largo de la historia del cristianismo, así como en la política moderna entre la derecha cristiana y la izquierda cristiana. Ha habido una gran variedad de formas en que los pensadores han concebido la relación entre el cristianismo y la política, y muchos sostienen que el cristianismo apoya directamente una ideología o filosofía política particular. En esta línea, varios pensadores han abogado por el comunismo cristiano, el socialismo cristiano, el anarquismo cristiano, el libertarismo cristiano o la democracia cristiana. Otros creen que los cristianos deberían tener poco interés o participación en la política o el gobierno.
La Biblia hebrea contiene una compleja crónica de los reyes de Israel y Judá, escrita a lo largo de muchas generaciones por autores cuyas relaciones e intimidad con los gobernantes de los diversos reinos fluctuaron ampliamente tanto en la intimidad como en el respeto. Algunos pasajes históricos de la Biblia hebrea contienen representaciones íntimas del funcionamiento interno de las casas reales de Saúl, David y Salomón. Los relatos de los monarcas posteriores son con frecuencia más distanciados y menos detallados, y con frecuencia comienzan con el juicio de que el monarca "hizo el mal a los ojos del Señor".
El Nuevo Testamento cristiano en cambio comienza con la historia de Jesús, crucificado como un criminal que había ofendido tanto al sacerdocio judío como a las autoridades imperiales romanas. Al menos para las apariencias externas, Jesús estaba en la periferia de la vida política y el poder en la provincia romana de Judea. Sin embargo, una serie de corrientes políticas aparecen en los escritos del Nuevo Testamento.
Los primeros cristianos fueron descritos por Celsus como aquellos que rechazaron el servicio militar y no aceptaron cargos públicos, ni asumieron ninguna responsabilidad por el gobierno de las ciudades. Los orígenes confirman esta descripción y agrega que los cristianos hacen más por el bien del imperio formando un "ejército de piedad" que reza por el bienestar del emperador y la seguridad del imperio.
La Biblia hebrea contiene una compleja crónica de los reyes de Israel y Judá, escrita a lo largo de muchas generaciones por autores cuyas relaciones e intimidad con los gobernantes de los diversos reinos fluctuaron ampliamente tanto en la intimidad como en el respeto. Algunos pasajes históricos de la Biblia hebrea contienen representaciones íntimas del funcionamiento interno de las casas reales de Saúl, David y Salomón. Los relatos de los monarcas posteriores son con frecuencia más distanciados y menos detallados, y con frecuencia comienzan con el juicio de que el monarca "hizo el mal a los ojos del Señor".
El Nuevo Testamento cristiano en cambio comienza con la historia de Jesús, crucificado como un criminal que había ofendido tanto al sacerdocio judío como a las autoridades imperiales romanas. Al menos para las apariencias externas, Jesús estaba en la periferia de la vida política y el poder en la provincia romana de Judea. Sin embargo, una serie de corrientes políticas aparecen en los escritos del Nuevo Testamento.
Los primeros cristianos fueron descritos por Celsus como aquellos que rechazaron el servicio militar y no aceptaron cargos públicos, ni asumieron ninguna responsabilidad por el gobierno de las ciudades. Los orígenes confirman esta descripción y agrega que los cristianos hacen más por el bien del imperio formando un "ejército de piedad" que reza por el bienestar del emperador y la seguridad del imperio.
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