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Hubo un pobrecillo, pequeño de cuerpo, de escondida presencia y suave mirada, llamado Bernabé. "Yo soy un pobrecillo", dijo con esa palabra de verdad con que se puede hablar a las personas que de verdad queremos. Y sin duda que acertaba con la veta genuina de sí mismo. Por eso, cuando, al tiempo de morir, quisimos contar de forma sencilla y llana quién había sido el Padre Bernabé, no se nos ocurrió mejor título que éste: Historia de un pobrecillo.
Y ahora, después de haber acumulado pacientemente todo el material que hemos podido sobre la vida de este humilde servidor de Dios, escribimos una biografía de más recia contextura -no diré que con mejor acierrto- para que la figura de nuestro hermano capuchino pase documentada a la historia. Y titulamos esta obra: Vida del Padre Bernabé de Larraul, víctima de amor ofrecida al Amor Misericordioso. Aquí están los datos, que no se pierdan, porque la vida de un cristiano tan destacado es un tesoro.
Todo el mundo decía que el P. Bernabé era santo, y algunos acotaban: Pero muy anticuado... El P. Bernabé era muy especial; era fuera de serie en sus mortificaciones, imposibles de ocultar a pesar de todos los disimulos; fuera de serie en su entrega a las almas, a los necesitados, a los pobres. Y con todo, ni su altísima mortificación ni su evidente entrega, eran lo más característico suyo. Lo más propio e íntimo del P. Bernabé era su mirada, su dulce mirada de piedad y de amor, que brotaban de la contemplación de un misterio. Podía ser antiguo de ideas y estar desfasado sin la marcha del vendaval que siguió al Concilio; se puede pensar, incluso, que llevaba dentro una tara de infancia que le limitó mucho en su plena expansión psicológica. Pero ¡qué mirada más acogedora, qué sentido de misericordia para entender la vida y el destino humano! ¡Qué sintonía más vibrante para el dolor humano, para entrar en comunión con las personas sencillas y pobres! Ése era su terreno, porque ése era él: un pobrecito del Señor Jesús.
El P. Bernabé es un signo parpadeante del amor de Dios. Acaso nada más..., y por gracia ¡nada menos! Para mostrarlo hemos ido desmenuzando con paciencia la vida del P. Bernabé, año tras año. Podrá pensar el lector que somos demasiado prolijos y seguramente tendrá razón; pero no hemos querido perder nada, y no hemos sabido hacer mejor la síntesis. Quede esta vida, repito, como tesoro para el archivo vivo de la Iglesia.