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Resulta casi imposible explicar como era la sensación que teníamos antes de los viajes a este satélite natural, solo podíamos visitarlo con la imaginación. Viajar a la Luna es un deseo tan antiguo como la propia Humanidad. La Luna ejerce una antracción especial sobre casi todos nosotros. Al fin y al cabo se trata del único astro lo suficientemente cercano para poder observar su superficie sin ningún tipo de ayuda visual. Desde que tomamos conciencia de la Luna como un lugar que se podía visitar, se convirtió en el objetivo favorito de todos los soñadores.
Ya en 1600 el famoso astrónomo Johannes kepler imaginaba en su obra Somnium un viaje a nuestro satélite. Pero no sería hasta el siglo XIX cuando el desarrollo científico de la Humanidad permitió vislumbrar por primera vez la tremenda complejidad de una hazaña de este tipo. Sin embargo, al mismo tiempo, los avances tecnológicos de la revolución industrial impulsaron la imaginación de muchos soñadores como Julio Verne y ayudaron a crear la percepción de que tal viaje sería posible con el tiempo.
La importancia de la exploración lunar fue en un inicio política. En 1957 la antigua Unión Soviética puso en órbita el primer satélite. Esto hizo que las naciones occidentales pusieran mayor énfasis en la ciencia.
Gracias a la exploración de la Luna aprendimos más sobre su origen: el que se haya formado después de un gran impacto de otro mundo contra la Tierra. Conocimos que sus numerosos cráteres se deben a impactos de meteorito. Se encontró que en la Luna no hay agua más que la que proviene de los impactos cometarios.
El desarrollo tecnológico que implicó la exploración lunar fue enorme. Se perfeccionaron los sistemas de comunicaciones, las computadoras, las grabadoras, cámaras, la comida deshidratada, los análisis clínicos, los materiales, etc.
Los astronautas permanecieron en la Luna varios días. Algunos de ellos viajaron en transportes motorizados para explorar regiones interesantes. Colocaron varios aparatos para medir el viento solar y un sismógrafo par explorar las condiciones interiores de la Luna. Trajeron cientos de muestras rocosas para tratar de entender la evolución geológica de la Luna.
Desde los viajes Apolo, se analizan las muestras lunares que provienen de nueve sitios distintos. Las misiones Apolo trajeron 2 000 muestras que pesaron en total 382 kg. Las ondas soviéticas Luna 16, 20 y 24 trajeron 310 g, incluyendo una muestra de 160 mm de longitud obtenida taladrando la corteza lunar.
Los instrumentos que fueron dejados en la Luna funcionaron durante ocho años. Detectaron sismos, impactos de meteoritos y midieron la energía radiada por el interior de la Luna. Se sacaron miles de fotografías del satélite, algunas en rayos X, que han permitido conocer en detalle la composición química superficial.
Por lo tanto amigo se cumplio la fantasia de los soñadores y aventureros, políticamente les ganaron a los sovieticos, y se realizaron descubrimientos científicos de gran importancia.
Ya en 1600 el famoso astrónomo Johannes kepler imaginaba en su obra Somnium un viaje a nuestro satélite. Pero no sería hasta el siglo XIX cuando el desarrollo científico de la Humanidad permitió vislumbrar por primera vez la tremenda complejidad de una hazaña de este tipo. Sin embargo, al mismo tiempo, los avances tecnológicos de la revolución industrial impulsaron la imaginación de muchos soñadores como Julio Verne y ayudaron a crear la percepción de que tal viaje sería posible con el tiempo.
La importancia de la exploración lunar fue en un inicio política. En 1957 la antigua Unión Soviética puso en órbita el primer satélite. Esto hizo que las naciones occidentales pusieran mayor énfasis en la ciencia.
Gracias a la exploración de la Luna aprendimos más sobre su origen: el que se haya formado después de un gran impacto de otro mundo contra la Tierra. Conocimos que sus numerosos cráteres se deben a impactos de meteorito. Se encontró que en la Luna no hay agua más que la que proviene de los impactos cometarios.
El desarrollo tecnológico que implicó la exploración lunar fue enorme. Se perfeccionaron los sistemas de comunicaciones, las computadoras, las grabadoras, cámaras, la comida deshidratada, los análisis clínicos, los materiales, etc.
Los astronautas permanecieron en la Luna varios días. Algunos de ellos viajaron en transportes motorizados para explorar regiones interesantes. Colocaron varios aparatos para medir el viento solar y un sismógrafo par explorar las condiciones interiores de la Luna. Trajeron cientos de muestras rocosas para tratar de entender la evolución geológica de la Luna.
Desde los viajes Apolo, se analizan las muestras lunares que provienen de nueve sitios distintos. Las misiones Apolo trajeron 2 000 muestras que pesaron en total 382 kg. Las ondas soviéticas Luna 16, 20 y 24 trajeron 310 g, incluyendo una muestra de 160 mm de longitud obtenida taladrando la corteza lunar.
Los instrumentos que fueron dejados en la Luna funcionaron durante ocho años. Detectaron sismos, impactos de meteoritos y midieron la energía radiada por el interior de la Luna. Se sacaron miles de fotografías del satélite, algunas en rayos X, que han permitido conocer en detalle la composición química superficial.
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