Respuestas
Los conflictos relacionados con el despliegue de las energías renovables (ayer la energía eólica, hoy los biocombustibles y la solar fotovoltaica) demuestran que el cambio hacia un modelo energético sostenible será de todo menos fácil, ya que implica un cambio de mentalidad que afecta a la percepción del territorio, del entorno inmediato, de la manera de vivir y de consumir productos y servicios; al rigor en la formulación de nuestras demandas.
El modelo energético dominante se ha basado en la concentración y la abstracción. Concentración en la construcción de centros de producción de enorme potencia, generalmente lejos de las fuentes de materia prima (carbón, gas, petróleo, uranio) que las hacen funcionar, lejos de los principales centros de consumo, y pensadas para suministrar a amplios territorios; de esta manera el consumo de energía (y productos) nunca ha tenido un referente directo y próximo para la mayoría de la gente.
La abstracción ha consistido en desvincular el consumo de criterios de eficiencia e impacto ambiental asociado: la comercialización de productos industriales de corta vida útil, la tendencia irracional hacia el «todo eléctrico» en el suministro energético, o la reiteración del mito tecnológico de una fuente de energía ilimitada, inagotable y prácticamente gratuita que se ha asociado a la energía nuclear de fusión y de fisión.