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La sangre, como ya sabemos, es un fluido imprescindible para nuestro organismo ya que se encarga de transportar a cada una de nuestras células: nutrientes, oxígeno, sales minerales, factores inmunológicos, etc.
El pH de la sangre se encuentra de manera idónea y habitual en torno al valor de 7,4, es decir, es en este pH donde nuestro organismo se asegura el correcto funcionamiento de todos los sistemas sin que ningún microorganismo patógeno pueda sobrevivir. En ocasiones, nuestro estilo de vida, alimentación, pensamientos, emociones, etc, hacen que el valor de dicho pH varíe de tal manera que dichos microorganismos patógenos puedan colonizar nuestros tejidos. Por este motivo, recalcamos la importancia que ha de tener mantener en equilibrio el pH sanguíneo.
No obstante, es de especial importancia señalar que el cuerpo es un Todo, es decir, una unidad compuesta por sistemas, órganos, tejidos, células… Todo este conjunto que denominamos cuerpo está “gobernado” por un Sistema Central, el Sistema Nervioso, que es el encargado de enviar las órdenes necesarias al Sistema Endocrino, el cual a su vez a través de las hormonas que produce hace que dicha información llegue a todo el organismo.
Por tanto y teniendo en cuenta la premisa anterior, podemos afirmar que cualquier tipo de emoción, sentimiento o pensamiento negativo que podamos tener, incluyendo el estrés, repercutirá de manera desfavorable en nuestro Sistema Central o Sistema Neurovegetativo (formado por las glándulas hipófisis, hipotálamo y epífisis). Asimismo, debemos añadir que un sentimiento o un pensamiento de naturaleza positiva influirán favorablemente.