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Respuesta:
“Hemos hecho buen uso del método interrogatorio clínico de Piaget, a fin de comprender mejor
la génesis del pensamiento del niño y analizar los procesos subyacentes al acto mental examinado.
Esto nos ha permitido confeccionar una lista de las funciones cognitivas ausentes en el repertorio
del individuo deficitario o carente, en su aplicación para producir un acto mental apropiado”.
(Feuerstein, R. y Spire, A. (2006): La Pédagogie à visage humain. Paris: Le bord de l’eau, p. 19).
La labor específicamente educativa de la escuela
La escuela necesita revisar su función transformadora para responder a la específica misión que en ella ha depositado la sociedad. La atención personalizada a la diversidad de los educandos se convierte hoy en utopía, por falta de medios, de formación y de atención especializada de expertos psicopedagogos. Por propia experiencia sabemos de las dificultades que presenta la escolarización y el aprendizaje eficaz. No se puede mirar con superficialidad, sin darle importancia, a los problemas de aprendizaje de los alumnos, que para algunos serán barreras insalvables para el resto de su vida. La escuela tradicional, homogeneizadora y carente de una visión clínica de las dificultades, ha pasado por alto un tema tan trascendental.
Aunque se produce una enorme mutación en nuestra sociedad, que busca nuevos medios para la transmisión del conocimiento, basculando de la enseñanza al aprendizaje, de la escuela a la invasión de los mass media, del aula a las redes, del profesor al educando, no vemos todavía que la escuela deje de ser un escenario atractivo, dinámico e innovador, sino que sigue siendo para muchos alumnos la sala de espera estéril, aburrida e inútil, de la que muchos adolescentes renuncian y abandonan. De hecho, los resultados imperantes del fracaso escolar y abandono de los docentes, delata un sistema educativo obsoleto, clasificador y segregador, siendo la profesión docente una de las menos atractivas (donde impera la “desprofesionalización”, según el diagnóstico de la UNESCO y donde el 40% del profesorado abandona en los 5 primeros años de docencia, según resultados de recientes investigaciones).
La educación no puede cambiar en tanto no sean los propios educadores los que denuncien en abandono y menosprecio de la clase política a la educación de calidad. Si desde los economistas es la más urgente inversión de futuro, si el valor del conocimiento está en la cúspide del trípode del poder, si los grandes pedagogos han visto en la educación la auténtica palanca que puede transformar la sociedad y ser fundamento de una paz universal duradera, la educación necesita el liderazgo y la fuerza innovadora de los propios educadores. Los oráculos de PISA no calan en las políticas educativas, se olvidan o desprecian las funciones de la escuela, bajo el impacto de la TV y las redes; la invasión de la imagen que desplaza a la palabra a las más vulgares y triviales formas; el imperio del título sobre la formación integral y axiológica en la sociedad del éxito y de la apariencia… Sólo si la escuela se vive en una cultura democrática real, estará entonces formando ciudadanos para la vida cívica en democracia, de lo contrario la escuela no cumple una función esencial e intransferible.