cual es el tono de
l poema la calle de octavio paz
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En un ambiente de alucinación, de laberíntica pesadilla, un hombre anda, tropieza y cae y siente una presencia tras de sí. Vuelve el rostro: nadie. Da vueltas y vueltas en esquinas que dan siempre a la misma calle. Sigue a un hombre que tropieza y se levanta y dice al verlo: nadie.
Trece son los versos que componen este poema, falta uno para alcanzar la forma canónica del soneto. Pocas rimas y vocálicas, salvo una, masiva, total, la de la palabra nadie, consigo misma, que asocia los versos 7 y 13. Un léxico sombrío, angustiante, opresivo. Recurrencia, simetría troncada, cambio de punto de vista. Vertiginosamente denso, extraño, el corto poema de Octavio Paz suscita de inmediato en el lector desasosiego, inquietud, perplejidad.
En lo que sigue, vamos a proponer dos lecturas de este poema, que podrán juzgarse antinómicas, y que intentaremos reducir a una tercera que las englobe. En la primera lectura, los dos hombres del poema son, por recurrencia1, todos los hombres, o a lo menos, un número ilimitado de hombres. En la segunda lectura, los dos hombres del poema son un solo hombre, quizás El Hombre, genéricamente. En la tercera lectura intentaremos conectar las dos primeras mostrando que la incomunicación con los hombres y la incomunicación consigo mismo pueden ser las dos caras de un mismo fracaso, el del lenguaje para sacar al ser de una soledad esencial.
La sensación de que un número ilimitado de hombres caminan unos tras otros sin verse o sin oírse emerge de la recurrencia de actos idénticos o casi idénticos y de la imposibilidad de escapar a esta calle a la que terminan conduciendo todas las calles. Lo que observamos son pues dos ínfimos eslabones de una cadena2 sin fin que une a los hombres y los condena a una irremisible soledad. Ahora bien, el poema presenta unas disimetrías que matizan y modelan de manera singular el “espacio” en que se verifica. Veamos cuáles son.
Por un lado, observamos, como ya lo señalábamos más arriba, que la composición cuenta 13 versos, número inhabitual y, sobre todo, inferior en un solo verso al que caracteriza el soneto, una de las formas canónicas de la poesía. El poema, así, se nos muestra como espacio impar y recortado. Por otro lado, los versos conclusivos de las acciones que se repiten, los versos que clara y distintamente riman, no nos presentan situaciones idénticas. Así, en el verso 7 la palabra “nadie” no parece ser pronunciada ; está dirigida, por escrito, a nosotros, lectores. Por el contrario, en el verso 13, tenemos un “nadie” que resuena en el ámbito silente y de piedras mudas del poema. Este “nadie” no nos está dirigido, nos llega indirectamente, a través del poeta.
Ando en tinieblas y tropiezo y caigo
y me levanto y piso con pies ciegos
las piedras mudas y las hojas secas
y alguien detrás de mí también las pisa:
si me detengo, se detiene;
si corro, corre. Vuelvo el rostro: nadie.
Todo está oscuro y sin salida,
y doy vueltas en esquinas
que dan siempre a la calle
donde nadie me espera ni me sigue,
donde yo sigo a un hombre que tropieza
y se levanta y dice al verme: nadie.