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Habían transcurrido tres o cuatro días desde nuestro regreso al castillo, cuando pensé que, para apartar a Viernes de sus espantosos hábitos alimenticios y hacerle desistir de su apetito caníbal, debía hacerle probar otra carne. Con este propósito, una mañana lo llevé al bosque para matar un cabrito del rebaño y llevarlo a casa para cocinarlo. En el camino encontré una cabra echada a la sombra con dos crías a su alrededor. Detuve a Viernes y le dije:
-Detente y quédate quieto.
Le hice señas para que no se moviera, saqué rápidamente mi escopeta y, de un disparo, mate a una de las crías. El pobre salvaje, que ya me había visto matar a uno de sus enemigos desde lejos y no podía imaginar cómo lo había hecho, quedó tan sorprendido y se puso a temblar de tal modo, que pensé que se iba a desmayar. No miró al cabrito al que le había disparado, ni se dio cuenta de que lo había matado sino que abrió su chaqueta para ver si no estaba herido, por lo que pude comprender que pensaba que estaba decidido a matarlo. Entonces, se arrodilló junto a mí y, abrazándome por las rodillas, dijo muchas cosas que no pude entender, aunque podía imaginar perfectamente que me suplicaba que no lo matase.
Pronto encontré una forma de convencerlo de que no le haría daño. Le tomé de la mano para que se pusiese en pie y le sonreí, enseñándole el cabrito que había matado y dándole a entender que fuese a buscarlo. Así lo hizo y, mientras buscaba admirado la forma en que había sido muerto el animal, vi un gran pájaro parecido a un halcón, que estaba posado en un árbol, al alcance de un tiro. Volví a cargar la escopeta, y para que Viernes comprendiera un poco lo que iba a hacer, lo llamé nuevamente y le mostré el pájaro, que, en realidad era una cotorra, aunque al principio me hubiese parecido un halcón. Entonces, señalé al pájaro y luego a mi escopeta y a la tierra que estaba debajo del pájaro para que viera dónde lo haría caer. Le hice entender que dispararía y mataría al pájaro. Consecuentemente, disparé y le hice mirar. Inmediatamente, vio caer al pájaro y se quedó espantado otra vez, a pesar de todo lo que le había explicado. Me di cuenta de que estaba asombrado porque no me había visto meter nada dentro de la escopeta y pensaría que aquello debía tener una fuente misteriosa de muerte y destrucción, capaz de matar hombres, bestias, pájaros y cualquier cosa, cercana o lejana. Esto le provocó un asombro tal, que tuvo que transcurrir mucho tiempo antes de que se le pasara y, creo que si se lo hubiese permitido nos habría adorado a mí y a mi escopeta. A esta, no se atrevió siquiera a tocarla pero le hablaba como si pudiese responderle. Más tarde me explicó que le había pedido que no lo matara.
falso solo mato a un cabrito
espero áberte ayudado