¿De dónde proviene la alegría de los cristianos?
¿De qué nos libera la alegría?
¿A quiénes pueden llevar la alegría los jóvenes cristianos?
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Respuestas
Respuesta:
Dios desea que el hombre sea feliz, lo ha creado para la vida eterna, incoada ya en la tierra por la gracia que llegará a su plenitud en el cielo, cuando el hombre esté unido a Dios para siempre: «Si el hombre puede olvidar o rechazar a Dios, Dios no cesa de llamar a todo hombre a buscarle para que viva y encuentre su dicha»[1]. Por eso, la trasmisión del Evangelio es invitación a los hombres a entrar en la alegría de la comunión con Cristo: «La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría»[2]. Efectivamente, los Evangelios nos narran muchos encuentros con Cristo que son fuente de alegría: el Bautista saltó de gozo en el seno de santa Isabel al sentir la presencia del Verbo Encarnado (cfr. Lc 1, 45); a los pastores se les anuncia «una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: hoy os ha nacido en la ciudad de David, el Salvador, que es el Cristo, el Señor» (Lc 2, 11); los Magos, al volver a ver la estrella que les conducía al Rey de los Judíos, «se llenaron de inmensa alegría» (Mt 2, 10); la alegría de paralíticos, ciego, leprosos y todo tipo de enfermos que fueron curados por Jesús; la alegría de la viuda de Naín al ver resucitado a su hijo (cfr. Lc 7, 14-16); la alegría de Zaqueo se desborda en un banquete y en una profunda conversión (cfr. Lc 19, 8); la alegría del Buen Ladrón, en medio de su atroz dolor físico en la Cruz, al saber que ese mismo día estaría con Jesús en su Reino (cfr. Lc 23, 42-43); la alegría, en fin, de María Magdalena, los discípulos de Emmaús y los Apóstoles ante Jesús Resucitado. Sólo el encuentro del joven rico con Jesús no desembocó en alegría, pues no supo usar su libertad para seguir al Maestro: «se puso triste, porque era muy rico» (Lc 18, 23).