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Respuesta: Espero y te sirva
¿Puede un robot tener alma? Quizás sea esta una de las preguntas que vienen a la mente de cualquier persona interesada en cuestiones de fondo sobre la inteligencia artificial (IA). Bastaría espigar los relatos de ciencia ficción sobre robots para darnos cuenta de porqué la pregunta no puede ser postergada. Si rechazamos la visión del fantasma en la máquina, del homúnculo y del Dios intervencionista no parecería haber razones a priori que lo impidan: o bien el alma está ya en la naturaleza como principio irreducible, o bien es un epifenómeno. Tanto en uno como en otro caso, no parece imposible ensamblar materia capaz de pensar y querer, actividades superiores reservadas tradicionalmente al alma humana inmortal.
Ciertamente, con los desarrollos actuales en el campo de la IA parece que nos encontramos en una situación nueva, difícilmente imaginable en otra época de la historia. No se trata evidentemente de que filosofemos desde cero, pero sí que lo hagamos teniendo en cuenta la realidad de los avances técnicos. La IA es testigo de un incremento exponencial en su utilización de artefactos y aplicaciones y, aunque no estemos en absoluto cerca de construir una máquina que tenga las capacidades de un ser humano o que sea capaz de actuar “racionalmente” en todos los escenarios posibles, hay cada vez más algoritmos para multitud de tareas en una gran variedad de dominios (Bringsjord and Govindarajulu 2018).
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