la mujer antes y después de la conquista de América​

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Respuesta dada por: espinozasuarez
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H acia el siglo XV, cuando Europa se encontraba a caballo entre el feudalismo y el capitalismo, la naciente burguesía inauguró una nueva etapa histórica en la evolución económica mundial, lanzándose a la aventura transoceánica y la conquista de nuevos mercados en ultramar.

Este   hecho, en rigor, fue posibilitado por los avances científicos en la náutica (brújula, cartas marinas, astrolabio), por los nuevos conceptos sobre la esfericidad de la Tierra, por los progresos de la técnica en la construcción de naves y, sobre todo, por la ciega ambición comercial de controlar nuevas colonias.

Los españoles  impusieron un nuevo sistema de explotación de la tierra -el latifundio- y un sistema económico de tipo feudal. No en vano algunos economistas del siglo XIX, como Marx y Engels, coinciden en señalar que el descubrimiento de América y la circunnavegación de África ofrecieron a la burguesía en ascenso un nuevo campo de actividad.

Los mercados de  India y de China, la colonización de América, el intercambio con las colonias, la multiplicación de los medios de cambio y de las mercancías en general imprimieron al comercio, a la navegación y a la industria un impulso hasta entonces desconocido  y aceleraron, con ello, el desarrollo del elemento revolucionario de la sociedad feudal en descomposición.

La gran industria ha creado el mercado mundial, ya preparado por el descubrimiento de América. El mercado mundial aceleró prodigiosamente el desarrollo del comercio, la navegación y los medios de transporte por tierra. Este desarrollo influyó, a su vez, en el auge de la industria, y a medida que iban extendiendo la industria, el comercio, la navegación y los ferrocarriles, desarrollábase la burguesía, multiplicando sus capitales y relegando a segundo término a todas las clases legadas por la Edad Media.

El descubrimiento de América, que fue un triunfo para la burguesía comercial española (banqueros genoveses, flamencos y alemanes), abrió las rutas no sólo para el mercado mundial capitalista, sino también para las instituciones monárquicas y eclesiásticas que coexistían en el feudalismo europeo,  que imprimieron su impronta en las culturas no occidentales.

La situación de la mujer

El violento encuentro entre España y América, además de combinar la expansión de la fe cristiana con el despojo de las riquezas, empeoró las condiciones de vida de los indígenas y, consiguientemente, de las mujeres, quienes perdieron los privilegios de los que gozaban en el marco de las culturas ancestrales, y pasaron a ser objetos de venta y dominación, violación, abandono y rapto.

Así como en el Imperio de los incas  había la división de clases -por un lado, el sector privilegiado constituido por la familia real, los grandes guerreros, los sacerdotes y sabios; y, por el otro, la inmensa mayoría indígena que sostenía la vida económica de la comunidad-, se conoció también la poligamia dentro de un sistema estrictamente patriarcal, en el cual la hermana y esposa legítima del Inca gozaban de más privilegios que las distinguían de las concubinas.Concubinas del Inca

Cuando la esposa principal viajaba, ésta era llevada en andas o hamacas conforme al estatus de su esposo, mientras que las concubinas iban a pie, llevando la comida y bebida para sus señores y toda la comitiva a su servicio. Durante las horas de comida, las concubinas servían al Inca y a su "koya” (esposa principal), a quien le hablaban de rodillas, sin mirarle el rostro, y al retirarse de ella, como de su esposo, caminaban hacia atrás. Era tanta la discriminación contra las concubinas y tan respetado el "origen divino” del Inca y de su esposa principal que, según estudios de Bernardo Ellefsen, "entre sus obligaciones rituales, estas concubinas recogían los cabellos que perdiese su señor o que le habían recortado, y asimismo las uñas cortadas, y luego se los tragaban.

Cuando el monarca quería salivar, lo hacía sobre las palmas abiertas de las manos de una de sus concubinas, quien luego lo tragaba. Incluso era deber de las concubinas recoger sobre sus ropas los cabellos de su esposo y tragarlos.

El conquistador Juan Ruiz de Arce recuerda que cuando le preguntaron a Atahuallpa sobre estas costumbres, respondió que su costumbre de escupir sobre las manos la tenía como signo de grandeza, y que hacía comer sus cabellos por temor a los encantamientos que le pudiesen hacer con ellos”.

Era también costumbre que las concubinas mantuvieran la ficción de tener relaciones matrimoniales, al menos simbólicas, con la momia real. Para ello se turnaban por lote para dormir en el mismo aposento del difunto, quien era enterrado con sus bienes terrenales más preciados.      

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