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En 1888, cuando tenía 14 años, murió su madre, y buscando la protección de su padre se trasladó a Cábora en su búsqueda, Tomás Urrea no solo la recibió de buen grado, sino que la reconoció legalmente como hija suya, siendo su nombre a partir de ese momento, Teresa Urrea. Dos años después, en 1890, ocurrió el evento que supondría una inflexión en su vida y sobre todo en fama de santidad, sufrió un ataque de catalepsia, estado en el que quedó sumida durante catorce días, ante la creencia de que había muerto, su padre preparó su funeral, y cuando era velada volvió en sí, la noticia de su "resurrección" causó estupor y extendió rápidamente por toda la comarca cercana, tanto de Sonora como de Chihuahua. Pronto comenzó a manifestar dones de profecía y éxtasis, llegaron a entrevistarla periodistas mexicanos y estadounidenses que a través de periódicos de la época, como "El Monitor" y "El Tiempo" propagaron su fama más allá del pequeño pueblo de Cábora y pronto comenzaron a llegar cientos de peregrinos de Sonora, Sinaloa y Chihuahua. Su fama fue sobre todo creciente entre los indígenas yaquis y mayos y entre muchos habitantes serranos, era sobre todo conocida por sus supuestas curaciones milagrosas, pero también por sus frecuentes discursos en contra de la injusticia contra los grupos oprimidos, este hecho pronto despertó recelos del gobierno de Porfirio Díaz y también simpatías entre los grupos que sentían la opresión oficial.
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Teresa Urrea era hija natural de un poderoso hacendado, Tomás Urrea, entonces residente en Sinaloa, pero cuyo origen y principales propiedades se encontraban en la ciudad de Álamos, Sonora; y de una indígena tehueco, Cayetana Chávez. A su nacimiento fue bautizada como García Nona María Rebeca Chávez, pues no fue inicialmente reconocida como hija de Tomas Urrea.Teresa pasó gran parte de su niñez en el pueblo de Aquihuiquichi, Sonora, en compañía de su madre y una tía, en las inmediaciones de Cábora, donde su padre y la esposa de éste se habían trasladado a residir en 1880. En 1888, cuando tenía 14 años, murió su madre, y buscando la protección de su padre se trasladó a Cábora en su búsqueda, Tomás Urrea no solo la recibió de buen grado, sino que la reconoció legalmente como hija suya, siendo su nombre a partir de ese momento, Teresa Urrea. Dos años después, en 1890, ocurrió el evento que supondría una inflexión en su vida y sobre todo en fama de santidad, sufrió un ataque de catalepsia, estado en el que quedó sumida durante catorce días, ante la creencia de que había muerto, su padre preparó su funeral, y cuando era velada volvió en sí, la noticia de su "resurrección" causó estupor y extendió rápidamente por toda la comarca cercana, tanto de Sonora como de Chihuahua. Pronto comenzó a manifestar dones de profecía y éxtasis, llegaron a entrevistarla periodistas mexicanos y estadounidenses que a través de periódicos de la época, como "El Monitor" y "El Tiempo" propagaron su fama más allá del pequeño pueblo de Cábora y pronto comenzaron a llegar cientos de peregrinos de Sonora, Sinaloa y Chihuahua. Su fama fue sobre todo creciente entre los indígenas yaquis y mayos y entre muchos habitantes serranos, era sobre todo conocida por sus supuestas curaciones milagrosas, pero también por sus frecuentes discursos en contra de la injusticia contra los grupos oprimidos, este hecho pronto despertó recelos del gobierno de Porfirio Díaz y también simpatías entre los grupos que sentían la opresión oficial.
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