Respuestas
Respuesta:
Tal vez se refiere al Real de a 8:
Explicación:
Las primeras monedas de 8 reales fueron instituidas en la Corona de Castilla por la reforma monetaria de 1497, llevada a cabo por los Reyes Católicos.
Tras la conquista de México y Perú, los reales de a 8 se acuñaban en América con la denominación de real español y se transportaban a granel hacia España, haciendo este transporte un objetivo tentador para los piratas y corsarios del mar. Por otra parte, su uso también se extendió por el sudeste asiático, ...
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El real de a 8 se convirtió entonces en la divisa de más amplia difusión durante el periodo colonial en América, y por su elevado valor intrínseco así como por su fineza, se siguieron usando en Norteamérica y en el Sudeste asiático hasta el siglo XIX.
Respuesta:
De niño, ¿quién no ha soñado con ser pirata? Quizás los niños de hoy en día acarician otros sueños, pero los que hemos superado el medio siglo pasamos nuestra infancia interpretando sucesivamente los papeles de cowboy, forajido, piel roja y pirata. Las características del pirata lo convertían en un personaje particularmente fascinante: salvaje, aventurero, rebelde, capitán de su propia vida, espadachín invencible y feroz dueño de los mares. Creo que el primer pirata que conocí fue el capitán James Hook, el tenaz y obsesivo adversario de Peter Pan. Me hizo gracia, pero me pareció decepcionante como filibustero. Cobarde, cruel, histérico y traicionero, no se correspondía con la imagen forjada por mi imaginación. Con ocho o nueve años, pensaba que los bucaneros podían ser descarados, violentos y terroríficos, pero no ridículos y afectados. Mi juicio de entonces posee escaso valor, pues se basaba en la adaptación cinematográfica realizada por Walt Disney del clásico de James Matthew Barrie. Peter Pan y los Niños Perdidos me parecieron más convincentes como bucaneros. No asaltaban barcos, pero detestaban el mundo de los adultos y se burlaban de las convenciones sociales. No querían crecer, presumían de su vida libre y salvaje, y se negaban a realizar cualquier acción de provecho. No voy a negarlo. A veces, desearía ser como ellos.
Poco después, con diez o doce años, descubrí El Corsario de Hierro, un personaje creado por el guionista Víctor Mora y el dibujante Ambrós. Aunque me gustó mucho, no me pareció un auténtico pirata. Actuaba como un héroe intachable. Cortés, valiente, leal, se parecía demasiado a El Capitán Trueno. De hecho, también había surgido de la colaboración entre Víctor Mora y Ambrós, heredando los rasgos del famoso paladín cristiano. Eso sí, los dos llevaban una vida errante y llena de aventuras, lo cual les aproximaba al indómito estilo de vida de los piratas. De hecho, el parche de Goliat, amigo inseparable del Capitán Trueno, parecía un discreto homenaje al espíritu libre de los bucaneros. Sin embargo, faltaba algo esencial: la transgresión, el desprecio por la ley y la moral. Algo más tarde, cayó en mis manos una versión juvenil de La isla del tesoro, con “300 ilustraciones a todo color”. En la portada, aparecía un joven escondido en un barril, escuchando la conversación de tres marineros con aspecto de piratas. Uno llevaba una muleta debajo del brazo derecho y un papagayo verde y amarillo en el hombro izquierdo. Fue mi primer contacto con Long John Silver y Jim Hawkins. No suponía que me acompañarían toda la vida como dos amigos fieles, incitándome cada cierto tiempo a viajar con la mente hasta los Mares del Sur para buscar el tesoro del capitán Flint.
Explicación: