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Los Nukak Makú, el último pueblo indígena nómada contactado en Colombia, cazador, recolector y pescador que habitaba las selvas del Guaviare al sur del país, afronta el punto más crítico y frágil de su historia. Actualmente la extinción los persigue como si fuera un “debep”, palabra que en la cosmogonía Nukak representa al espíritu de los muertos que deambula por la selva haciendo el mal.
La aprobación de un plan de salvaguarda y el desminado de su territorio son las únicas salidas que le queda a este pueblo. Se trata de 200 familias indígenas que necesitan atención en temas de salud, educación, vivienda y seguridad alimentaria, y la implementación de un proyecto de desminado que libere las tierras que solían habitar.
A pesar de la preocupación del Estado por su protección, las medidas según miembros de la comunidad no han sido suficientes. El contacto que se dio en los años ochenta y que ha tenido graves repercusiones hasta hoy, ha sido tan rápido según el Ministerio del Interior, que de 1.000 indígenas presentes en el territorio en esa época, hoy sólo quedan 600, de los cuales 125 siguen inmersos en la selva, entre el interfluvio de los ríos Guaviare e Inírida. El resto de indígenas de esta nación se encuentra repartido en 12 grupos locales ubicados en las inmediaciones de San José de Guaviare, capital del departamento, lejos de sus territorios ancestrales.
En 1988 Gustavo Polis, un antropólogo argentino estudioso de los Nukak, relató en el capítulo ‘Crónicas del Contacto del libro Pueblos indígenas en aislamiento voluntario y contacto inicial en la Amazonía y el Gran Chaco’, la aparición de 43 Nukaks entre mujeres, jóvenes y niños en el corregimiento de Calamar, departamento del Guaviare. Este grupo permaneció allí por varias semanas. Según narra Polis, venían dirigidos por una anciana y estaban en busca de un territorio ancestral. Esa fue la historia del contacto más significativo de los Nukak en el departamento del Guaviare.
Después de esa experiencia de contacto, a mediados de los años noventa, la presencia de colonos y de visitantes a San José del Guaviare trajo consigo enfermedades que se convirtieron en epidemias para esta etnia indígena. Según el Ministerio del Interior, fueron afectados por “infecciones a las vías respiratorias, paludismo, sarampión, leishmaniasis y parásitos. Extinguieron gran parte de la población Nukak”.
Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) invadieron el hogar de los Nukak, lo mismo que los grupos de Autodefensa con los que se disputaban el territorio. Sus bosques tupidos fueron utilizados estratégicamente para la siembra y el procesamiento de la coca, y sus ríos para transportar el alcaloide. Con la bonanza, los colonos de todo el país llegaron en busca de fortuna a terrenos baldíos en las selvas del Guaviare, que hacían parte de los territorios ancestrales de los Nukak.
Los Nukak empezarían a frecuentar las fincas de los colonos que invadían sus territorios y los poblados que se abrían entre sus caminos. La necesidad terminó por atraer a algunos de los Nukak, quienes se pusieron al servicio de los nuevos habitantes de la zona.
Muchos de ellos fueron rápidamente esclavizados y utilizados como mano de obra para trabajar en la siembra de coca, para raspar la hoja, se convirtieron en lo que se conoce en Colombia como “los raspachines”.
Las amenazas continuaron. Además, de la presencia de los colonos, en los años noventa un proyecto exploratorio atravesó la mitad del territorio Nukak sin que se pudiera evitar. Según la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC), nada impidió que el territorio fuera explorado afectando a los Nukak, y años más tarde, en el 2005, el frente 44 de las Farc los expulsó de su territorio y les ordenó dirigirse a la cuenca del río Inírida.
Las presiones y el riesgo que afrontaba el pueblo de los Nukak Makú no eran un secreto para el país. En 1990 el gobierno empezó a estudiar su situación para establecer un programa de defensa de la comunidad indígena. Más tarde el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) evidenció, en varios informes presentados en 1997, la crítica situación de niños y mujeres de la comunidad, los abusos perpetrados contra ellos y planteó acciones orientadoras para la intervención del Estado.
Uno de los casos más sonados y denunciados por el ICBF fue el rapto y la adopción irregular de niños Nukak por colonos, que al quedar huérfanos por las enfermedades que afectaban a la comunidad indígena, eran alejados del seno de su cultura. Hoy, como resultado del fenómeno, muchos Nukak han perdido por completo sus tradiciones culturales y forman parte de familias de campesinos de la región.