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La teoría evolutiva darwinista constituye el paradigma central de la biología moderna. La importancia de esta teoría en el desarrollo conceptual de la biología del siglo XX ha sido tan enorme que hace buena la célebre frase del genético T. Dobzhansky de que «nada tiene sentido en biología si no se considera bajo el prisma de la evolución». En el momento presente, se puede afirmar que la comunidad científica acepta sin discusión el principio de evolución orgánica, el cual propone una unidad común de origen para todos los seres vivos a partir de la cual han evolucionado los distintos organismos, mientras que la uniformidad en el acuerdo disminuye cuando nos referimos al mecanismo de evolución. No obstante, se mantiene como instrumento fundamental del cambio evolutivo la acción de la selección natural darwiniana actuando sobre la variabilidad genética existente en las poblaciones.
Una etapa clave en la consolidación de la teoría evolutiva fue la denominada síntesis moderna de la evolución o teoría neodarwinista cuya gestación tuvo lugar en los años cuarenta gracias al influjo de autores como el ya citado Dobzhansky, los zoólogos J. S. Huxley y E. Mayr o el paleontólogo G. Simpson. Tras la síntesis neodarwinista, la biología ha experimentado un avance de tal calibre que no es arriesgado aventurar que, más tarde o más temprano, tendrá que efectuarse una nueva síntesis que incorpore los nuevos conocimientos adquiridos. Así, los recientes descubrimientos paleontológicos, que permiten pensar que el ritmo de cambio evolutivo no ha sido constante, los avances en genética del desarrollo, con el descubrimiento de los genes Hox que configuran un sistema de control genético que hace posible el desarrollo de planes corporales complejos en los organismos pluricelulares, o las propuestas de la nueva ciencia de la complejidad, que nos hablan de la capacidad de la materia para autoorganizarse, son buenos ejemplos de aportaciones que deben incorporarse a la teoría evolutiva. La discrepancia se centra en determinar si estos descubrimientos se pueden integrar sin mayores problemas dentro del marco neodarwinista actual, como sostiene una buena parte de los biólogos evolutivos, o si, por el contrario, es necesario la génesis de una teoría evolutiva realmente nueva, en la cual el papel jugado por la selección natural tendría, sin duda, menos importancia que el que ha tenido hasta ahora.