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La historia de Francia comienza en fuentes escritas durante la Edad del Hierro, cuando historiadores romanos llaman a la región la Galia. Esta estaba habitada principalmente por los galos, pueblos de origen celta que no mantenían una unidad política, rivalizaban entre ellos y usaban la escritura de manera marginal. Los galos realizaron varias incursiones fuera de sus territorios originales, entre ellas una invasión a Roma en el siglo IV a.C.
La República romana conquistó el sur de la Galia a finales del siglo II a.C. y estableció la provincia de Galia Narbonense. Julio César anexó el resto de la región durante la guerra de las Galias (58-51 a.C). La conquista trajo consigo una fusión de las culturas celta y romana y finalmente la romanización de los galos y la plena integración del territorio dentro del Imperio romano.
En los últimos años del Imperio romano, la Galia fue escenario de constantes incursiones de pueblos germánicos, de entre los cuales los francos llegarían a dominar el territorio desde el siglo V hasta el siglo XV. La primera dinastía franca fue la de los merovingios, quienes con su rey Clodoveo unificaron la Galia. La segunda dinastía, los carolingios, fundada en 751, construyó un imperio en Europa occidental bajo Carlomagno en los siglos VIII y IX. Este imperio quedaría dividido entre sus nietos en 843 por el tratado de Verdún, que separó Francia Occidental de Francia Oriental, la cual se convertiría en antecesora de Alemania. La tercera dinastía franca, la de los Capetos, se hizo del poder en Francia Occidental desde 987. Los Capetos, originalmente con escaso poder sobre los señores feudales, lo incrementaron considerablemente gracias a sus campañas militares y su alianza con la Iglesia. En el siglo XII, Felipe Augusto fue el primero en ser nombrado "rey de Francia" en lugar de "rey de los francos". Felipe IV (1268-1314), el más poderoso rey de los Capetos, logró el dominio sobre el papa y la Iglesia.
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