Respuestas
Respuesta:
Juanito Pierdedía era un gran viajero. Viaja que te viaja, llegó una vez a un pueblo en que las esquinas de las casas eran redondas y los techos no terminaban en punta, sino en una suave curva.
A lo largo de la calle corría un seto de rosas, y a Juanito se le ocurrió ponerse una en el ojal. Mientras cortaba la rosa estaba muy atento para no pincharse con las espinas, pero enseguida se dio cuenta de que las espinas no pinchaban; no tenían punta y parecían de goma, y hacían cosquillas en la mano. "Vaya, vaya", dijo Juanito en voz alta.
Explicación:
Respuesta:
Juanito Pierdedía era un gran viajero. Viaja que te viaja, llegó una vez a un pueblo en que las esquinas de las casas eran redondas y los techos no terminaban en punta, sino en una suave curva.
A lo largo de la calle corría un seto de rosas, y a Juanito se le ocurrió ponerse una en el ojal. Mientras cortaba la rosa estaba muy atento para no pincharse con las espinas, pero enseguida se dio cuenta de que las espinas no pinchaban; no tenían punta y parecían de goma, y hacían cosquillas en la mano. "Vaya, vaya", dijo Juanito en voz alta.
De detrás del seto apareció sonriente un guardia municipal. "¿No sabe que está prohibido cortar rosas?"
"Lo siento, no había pensado en ello."
"Entonces pagará sólo media multa", dijo el guardia, que con aquella sonrisa bien habría podido ser el hombrecillo de mantequilla que condujo a Pinocho al País de los Tontos.
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