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Entre las causas de la victoria final de los comunistas se han destacado los militares, señalando las debilidades del ejército nacionalista frente a la fuerza del EPL comunista: «continuidad del mando (Zhu De, Peng Dehuai, Lin Biao, Chen Yi, Liu Bocheng)… Estrategia simple y audaz a la vez, que busca el aniquilamiento de las fuerzas enemigas y no la defensa o la toma de ciudades o de territorios. Movilidad extrema, o mejor, disponibilidad perpetua (se traslada todo —salvo a los desgraciados civiles— a toda prisa y se deja al enemigo el lugar vacío y el éxito ilusorio), que contrasta con la relativa inmovilidad de las guarniciones nacionalistas.
Explicación: Rechazo de las batallas ordenadas y de los combates de desgaste, donde las pérdidas y ganancias se equilibran: se rodea, por el contrario, y se ataca con fuerza a pequeños grupos enemigos, una aplastante superioridad local compensando la inferioridad numérica global del Ejército Rojo. Junto a mil y una tácticas y astucias de la guerra de guerrilla, capacidad de pasar, cuando la oportunidad se presente, a la guerra convencional, a las grandes batallas y al asedio de ciudades. Finalmente, moral y disciplina que contrastan con las de las "fuerzas del orden": el reclutamiento, tragedia aquí, es un honor en las "regiones liberadas" [bajo control de los comunistas]. Moral reforzada por los éxitos tácticos: esta multiplicidad de escaramuzas y de pequeñas batallas, esta guerra sin nombre que desconcierta a los nacionalistas aumenta la confianza de los soldados del Ejército Rojo, testigos de esta acumulación de pequeños éxitos».
Pero la victoria comunista también se debió a causas sociales y políticas. El EPL se ganó el apoyo de las clases populares, y singularmente del campesinado pobre, aunque no lo consiguió desde el primer momento y nunca de forma completa. En 1946 los comunistas deciden sustituir las reformas moderadas del periodo de la guerra mundial (reducción de los arrendamientos y de las tasas de interés) por una política radical basada en el principio de «la tierra para los que la trabajan». Se procede entonces al reparto de las propiedades y de los animales e instrumentos agrarios entre los campesinos arrendatarios y pobres, en medio de una ola de violencia y de terror protagonizada por estos de la que son víctimas las élites rurales tradicionales (en revancha, en los pueblos que son reocupados por el ejército nacionalista se desata el «terror blanco» contra los activistas comunistas y contra los campesinos que se han beneficiado del reparto de la tierra). En 1948 se frena esta política radical, tachada de «desviacionismo de izquierdas», para atraerse el apoyo de los campesinos medios que también ha sido víctimas del «terror rojo», ya que para la dirección comunista la revolución agraria es un instrumento al servicio de un fin: ganar la guerra civil. De todas formas, con esta política el EPL consigue reclutar a cientos de miles de soldados pertenecientes a familias campesinas (solo en Manchuria se incorporan al EPL más de un millón y medio de hombres).