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Explicación:es frecuente que se tenga un concepto de los profetas como videntes anunciadores de la venida de Cristo para salvar al mundo. La Biblia griega es clara en esta cuestión, al establecer que profeta es el que habla en nombre de Dios. Así se tiene que el profetismo en Israel era un acto de fe que buscaba la conversión al llamado de Dios, cuya época se da aproximadamente en lo que se conoce como el periodo de los Reyes, mitad del siglo VIII antes de Cristo. Los profetas no pertenecían a una sola condición social, ni estaban identificados por un solo tipo de carácter.
Por lo que hace a Amós, aunque tiene una imagen de profeta pastor, es más probable que fuera el escriba encargado del ganado real dado en arriendo. La Biblia se refiere a los profetas como hombres poseídos por el Espíritu, que acompañaron a Israel en todo su peregrinar, encargados no de escribir una crónica de los hechos pasados, sino más bien de interpretarlos para escudriñar en ellos el modo de actuar de Dios, así como los cambios de la Alianza. Por eso, son tan importantes los profetas, y por eso mismo gran parte de la historia de Israel está ligada en torno a ellos. Para los abogados, reviste especial importancia Amós, porque es el profeta que, al hablar en nombre de Dios, tiene como referente principalísimo a la justicia social.
Así pasó en el Reino de Israel a la mitad del siglo VIII antes de Cristo, cuando la prosperidad y la riqueza estaban en manos de unos cuantos y padecía el proletariado numeroso. Es entonces y en ese medio en el que la pequeña propiedad había ido desapareciendo, que Amós, natural de Tecoá, pequeño pueblo ubicado aproximadamente a nueve kilómetros al sur de Belén, investido de la calidad de profeta, empieza a recorrer las calles de las ciudades del Reino de Israel, señalando las injusticias sociales y a la religión que se limita sólo a los ritos externos, de ahí que proclame el castigo de Dios y el destierro de Israel, aunque al fm anuncie tiempos felices. Notar el enorme contraste existente entre el lujo, la mala conducta del pueblo y la frecuencia de las celebraciones de quienes piensan erróneamente que Dios no se fijará en ellos, si le ofrecen sacrificios y cumplen los ritos. Porque no aborrecen el mal, ni aman al bien, ni imponen la justicia en sus tribunales, el día en que venga Yavé será para ellos un día de tinieblas, no de luz.
Dice Amós, hablando en nombre de Dios, que quiere que la justicia sea tan corriente como el agua, y que la honradez crezca como un torrente inagotable. Amós fustiga la avaricia de los comerciantes y de los ricos, así como el lujo de los adinerados, la explotación de los necesitados y desde luego el soborno de los jueces. Les dice que aumentan los precios, reducen la medida y falsean las balanzas, y que juegan con la vida del pobre y del miserable tan sólo por algún dinero o por un par de sandalias. Y así va Amós por las calles de Israel, echando en cara los innumerables atropellos a los derechos de los pobres, por lo que Amasías, sacerdote de Betel, después de denunciarlo con Jeroboam, rey de Israel, diciéndole que Amós está conspirando en contra de él, en pleno centro de Israel, le dice a Amós que salga de allí, que no profetice más en Betel, que se vaya a Judá.
A ello replica Amós que Yavé lo sacó de detrás de las ovejas, para que hablara de parte de él a su pueblo de Israel.