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La paloma de la paz
En una ciudad muy violenta, de un país en guerra, una noticia llamó la atención de los noticieros: Cientos de palomas amanecieron muertas en una plaza de la ciudad. Según las investigaciones, habían muerto envenenadas.
Ante la noticia, un grupo de expertos se reunieron para hablar sobre el tema de las palomas, aves que abundaban en los parques y las plazas de los barrios.
—La gente se queja que las palomas están anidando en sus tejados y dañan sus fachadas con sus excrementos —dijo el representante de la comunidad—, es comprensible que envenenen a esa "plaga".
Luego, habló el delegado del gobierno local: —nuestra oficina ha estudiado el asunto, y un distinguido grupo de consultores nos han aconsejado: adicionar a su alimento un medicamento que con el tiempo no les permitirá tener más crías. Así acabaremos con ellas en corto tiempo.
Inmediatamente, respondió el profesor de una prestigiosa universidad:
—Dar un alimento que no les permite tener crías, es peligroso para otras aves. Toda ave que viva libre en la ciudad estaría en peligro. Ellas comparten el mismo alimento. Lo mejor es destruir sus nidos cuando tengan huevos, así no podrán nacer más palomas.
Ante la espantosa idea de ver cientos de huevos empollados destruidos, hablo el dirigente de una organización protectoras de animales:
—Para proteger la vida de las palomas, podemos capturarlas y llevarlas a otro lugar. Pueden habitar sitios lejanos dónde no molesten a nadie. Aunque es posible que con el cambio muchas no se adapten y mueran.
Luego, alzó la mano un niño para pedir la palabra. Era el hijo de uno de los expertos invitados, y quien por casualidad estaba allí. El pequeño conocía muy bien las palomas: las veía siempre en el parque de su barrio, y más de una llegaba a su ventana para saludarlo. No entendía cómo los adultos querían terminar con unas aves tan bonitas y tranquilas.
—¿Por qué los adultos no entienden? —preguntó el niño—, si hay tantas palomas en la ciudad es porque aquí se necesita mucha paz. Cuando se acabe la violencia, ellas podrán volar a otro lugar llevando su mensaje.
Después de las palabras del niño, los adultos quedaron en silencio. Por un momento el pequeño pensó que sus palabras habían sido escuchadas y no se hablaría más del tema. Sin embargo; al poco tiempo los grandes continuaron su debate acalorado, buscando cómo acabar con las palomas de la ciudad.
—¡A veces los adultos no pueden entender las cosas simples! —dijo el niño muy desilusionado, antes de salir de aquel lugar.
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