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Isaías, que significa "Jehová es salvación", encabeza apropiadamente a los profetas, siendo más notable por sus conmovedores temas evangélicos. Sin embargo, al igual que la Epístola a los Romanos este libro comienza con la exposición severa y fiel de la culpabilidad del hombre (la culpa de Israel, en el caso de Isaías), y utiliza condiciones imperantes en esa época para tipificar sus profecías de condiciones y juicios futuros.
Los primeros treinta y cinco capítulos muestran, de forma general, los tratos de Dios con Judá, Israel, y las naciones, al no permitir ningún encubrimiento o excusa para el pecado, sino exhibiéndolo en verdad pura.
Luego cuatro capítulos (36‑39) se ocupan de historia, ilustrando al mismo tiempo la fidelidad de Dios en la protección de Su pueblo, y el fracaso del pueblo en valorar correctamente las maravillas de Su gracia.
Pero el ministerio de la gracia soberana comienza con el capítulo 40, ya que desde aquí en adelante es presentado el remedio para la condición de Israel en sus varios aspectos.
La siguiente nota de F. W. Grant es muy útil aquí:
"Desde el capítulo 40 al 48, Israel es visto como el siervo, y siervo infiel;
luego desde el capítulo 49 al 60, Cristo es el Siervo Perfecto, puesto bajo la carga del pecado de otros; y finalmente,
desde el capítulo 61 al 66, el remanente (de Israel) ahora es visto y aceptado como los siervos"
(Biblia Numérica).
Este libro, aunque se expresa en el lenguaje del Antiguo Testamento, nos ayudará a obtener una perspectiva correcta del bendito evangelio de la gracia de Dios.