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La Confederación Perú – Boliviana (1836-1839), fue diseñada por el general Andrés de Santa Cruz, un boliviano que presidió Bolivia entre 1829 y 1839. Santa Cruz. Santa Cruz había dirigido brevemente el incipiente gobierno peruano después de que Bolívar se retirase a Colombia en 1826, en los caóticos días posteriores a la independencia.
Una década más tarde vio la oportunidad de llevar a cabo el sueño bolivariano de unir ambos países., aprovechando las constantes guerras civiles que había debilitado el estado peruano. En lo Andes del sur contó con un fuerte respaldo de los liberales, que hacía tiempo esperaban reconstituir los históricos vínculos comerciales con La Paz. Invadiendo el Perú y aliándose de forma oportunista con una u otra de las facciones, Santa Cruz logró capturar Lima y unir ambos países en una confederación en 1836.
Aunque existía una racionalidad esencial para la reconstitución de las fronteras geografía, económicas y culturales del viejo virreinato (el Alto y el Bajo Perú), el destino de la Confederación probablemente estaba impregnado desde el principio por una serie de intereses nacionales e internacionales que jugaban en su contra.
El principal de ello lo constituirían los conservadores nacionales, quienes criticaron el intento de imponerle al país la agenda librecambista del sur. Aún cuando Lima segura siendo la capital, a muchos peruanos les irritaba aceptar a un boliviano como su presidente. Tal Vez más importante fue el hecho de que la unificación de los países andinos amenazaba con alterar el equilibrio geopolítico del poder en la costa oeste, en contra de Argentina y Chile. Este último país en particular veía en la Confederación no solamente como una amenaza militar, sino también como u reto a su hegemonía comercial post-independencia en el Océano Pacífico.
En consecuencias Chile y Argentina (Rosas era antiliberal) declararon la guerra a la Confederación 1836 y 1837. A una fallida invasión inicial por parte de Chile en 1837 le siguió otra en 1838, respaldad por un gran contingente de exiliados peruanos, entre ellos el general conservador Agustín Gamarra, así como algunos liberales que se oponían a al estilo autocrático de Santa Cruz. En enero de 1839, el ejército de Santa Cruz fue aplastado en la Batalla de Yungay, poniendo así fina al Confederación.
Una década más tarde vio la oportunidad de llevar a cabo el sueño bolivariano de unir ambos países., aprovechando las constantes guerras civiles que había debilitado el estado peruano. En lo Andes del sur contó con un fuerte respaldo de los liberales, que hacía tiempo esperaban reconstituir los históricos vínculos comerciales con La Paz. Invadiendo el Perú y aliándose de forma oportunista con una u otra de las facciones, Santa Cruz logró capturar Lima y unir ambos países en una confederación en 1836.
Aunque existía una racionalidad esencial para la reconstitución de las fronteras geografía, económicas y culturales del viejo virreinato (el Alto y el Bajo Perú), el destino de la Confederación probablemente estaba impregnado desde el principio por una serie de intereses nacionales e internacionales que jugaban en su contra.
El principal de ello lo constituirían los conservadores nacionales, quienes criticaron el intento de imponerle al país la agenda librecambista del sur. Aún cuando Lima segura siendo la capital, a muchos peruanos les irritaba aceptar a un boliviano como su presidente. Tal Vez más importante fue el hecho de que la unificación de los países andinos amenazaba con alterar el equilibrio geopolítico del poder en la costa oeste, en contra de Argentina y Chile. Este último país en particular veía en la Confederación no solamente como una amenaza militar, sino también como u reto a su hegemonía comercial post-independencia en el Océano Pacífico.
En consecuencias Chile y Argentina (Rosas era antiliberal) declararon la guerra a la Confederación 1836 y 1837. A una fallida invasión inicial por parte de Chile en 1837 le siguió otra en 1838, respaldad por un gran contingente de exiliados peruanos, entre ellos el general conservador Agustín Gamarra, así como algunos liberales que se oponían a al estilo autocrático de Santa Cruz. En enero de 1839, el ejército de Santa Cruz fue aplastado en la Batalla de Yungay, poniendo así fina al Confederación.
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