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En una época en la que se creía tanto en la creación como en la generación espontánea, Francesco Redi era uno de los que dudaba de esta última creencia. Para comprobar si era cierta, realizó el siguiente experimento: colocó un trozo de carne en tres jarras iguales, la 1ª la dejó abierta, la 2ª la tapó con un corcho, y la 3ª la dejó cubierta con un trozo de tela bien atada. Después de unas semanas, Redi observó que en la 1ª jarra, la que estaba abierta, habían crecido larvas. En la 2ª jarra y en la 3ª, su interior estaba podrido y olía mal, pero no había crecido ninguna larva. Por lo tanto, la carne de los animales muertos no puede engendrar gusanos a menos que sean depositados en ella huevos de animales.
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