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EnglishCinco países de América Latina poseen hoy sistemas políticos que podrían llamarse absolutistas: Cuba, Venezuela, Nicaragua, Ecuador y Bolivia. En ellos no existe en la práctica división de poderes, pues en cada uno el organismo electoral está por completo en control del Ejecutivo. El Legislativo es un conjunto dócil de diputados que se somete a la voluntad del presidente; el Judicial no es independiente y recibe fuertes presiones de un Ejecutivo en manos de un presidente que puede reelegirse indefinidamente.
El presidente es así el único poder político real, lo que recuerda al dominio de los caudillos que en épocas pasadas gobernaron dictatorialmente a casi todos nuestros pueblos.
El presidente es así el único poder político real, lo que recuerda al dominio de los caudillos que en épocas pasadas gobernaron dictatorialmente a casi todos nuestros pueblos.
En el resto de América Latina tenemos, por contrapartida, Gobiernos que deben calificarse como débiles, que se ocupan más de satisfacer demandas sociales que de cumplir con la función básica de proporcionar seguridad a los ciudadanos, la tarea primordial a la que no puede renunciar ningún Estado, pues de otro modo deja de ser el depositario del resguardo del orden nacional.
En estos casos el poder judicial, aunque más o menos independiente, es además burocrático y lento, plagado de formalidades, volcado más a la protección de los derechos de los acusados que de las víctimas, siguiendo un llamado garantismo penal que provoca profundo malestar en muchas poblaciones. La policía, a veces ineficaz o corrupta, no alcanza a garantizar el orden y reprimir la delincuencia: vemos así episodios terribles en los que poblaciones rurales se toman la justicia por su propia mano, cárceles donde los delincuentes siguen dirigiendo sus bandas criminales y, en general, un aumento de las tasas de homicidios y una creciente inseguridad.
Algunos de los países mencionados en el párrafo anterior, que tienen Gobiernos de tipo absolutista, se caracterizan también por este desborde criminal que mantiene en zozobra a la ciudadanía. Venezuela, como es sabido, marcha a la cabeza de esta triste lista.
Si hemos dividido a las naciones latinoamericanas en estos dos grandes grupos, simplificando tal vez un poco las cosas, es porque queremos destacar las profundas carencias que en todos los casos presentan los sistemas políticos actuales.