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Debe ser lo primero que nos enseñan en la carrera de educación física. No se empieza a entrenar sin hacer la entrada en calor, no se inicia la clase sin hacer la entrada en calor, no se empieza ninguna actividad física sin hacer la entrada en calor. He aquí el lema: siempre se hace una entrada en calor. Me canso de ver, sobre todo en los gimnasios, gente que entra y se va directo a las pesas. Esta mal. La entrada en calor puede ser aburrida, pero en entrenamiento no tiene por qué ser divertido. El músculo “frío” es más propenso a las lesiones, no tiene la suficiente oxigenación, tono y nivel de viscosidad necesario para trabajar adecuadamente. Por otra parte, los beneficios de la entrada en calor son varios:
Aumenta la frecuencia cardíaca y respiratoria, lo cual permite:
Captar más oxígeno
Transportar más oxígeno
Absorver más oxígeno
Reducir la duración del déficit de oxígeno
Aumenta la temperatura corporal, lo cual permite:
Mejorar la contracción muscular
Mejorar la relajación muscular
Prevenir lesiones
La entrada en calor suele tenes 2 partes, una de carácter general y otra específica, independientemente del deporte. La primera parte consta, casi siempre, de un trote continuo a baja intensidad que puede incluir variaciones en la marcha. Le siguen ejercitaciones de movilidad articular, tendientes a mejorar los índices de la flexibilidad. Ya en la parte específica aparecen trabajos propios de la disciplina deportiva. El futbolista toma la pelota y comienza con unos pases, mientras que el lanzador de bala toma el implemento e inicia una serie de lanzamientos generales.