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El 26 de octubre de 1998, los presidentes de Ecuador y Perú firmaron el Acta de Brasilia, el acuerdo de paz definitivo tras una larga controversia territorial, que supuso una invasión peruana y tres conflictos armados. Es curioso, como apunte anecdótico, que los dos presidentes que firmaron la paz corran suertes complejas. El presidente Jamil Mahuad está fuera del país y afronta causas con la Justicia por el feriado bancario. El presidente Alberto Fujimori padece un cáncer y está encarcelado por delitos de corrupción y de lesa humanidad. A 15 años del histórico acuerdo, quedan cosas saludables y algunas cuentas pendientes. Los recursos internacionales de hasta USD 3 000 millones para proyectos de desarrollo binacional nunca llegaron en la magnitud de lo esperado, en parte por la inoperancia de los entes burocráticos. Sin embargo, lo más beneficioso ha sido la construcción sostenida de confianza mutua. Y en eso es importante reconocer el aporte de mandatarios como Alejandro Toledo, Alan García y Ollanta Humala, de Perú, y Gustavo Noboa, Lucio Gutiérrez, Alfredo Palacio y Rafael Correa, de Ecuador. Que se hayan celebrado Gabinetes Binacionales y comisiones militares es tan destacable como el fin de la carrera armamentista. Más allá del dolor que dejaron las guerras y las confrontaciones, y pese a los renunciamientos, la siembra de la paz arroja una cosecha positiva
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