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EL IMPACTO DE LA TECNOLOGÍA EN LA GUERRA
Algunos autores han contemplado las innovaciones tecnológicas como un importante factor en el desarrollo del arte de la guerra. Uno de los autores más relevantes fue Nikolai Ogarzov, quien popularizó el término “Revolución Tecnológica Militar”, inspirándose en la gradual introducción de satélites militares y de las armas guiadas a medio y largo alcance en el sistema militar. El paradigma de Ogarzov toma en cuenta que los avances tecnológicos que se han dado a lo largo de la historia han aportado ciertas ventajas que muchas veces han llegado a ser decisivas para ganar guerras o incluso para evitarlas, debido a la jerarquía alcanzada por aquellos que tienen superioridad tecnológica.
Por otro lado, Alfred Marshall, director de la oficina de Net Assessment del Pentágono no considera que las revoluciones militares sean puramente tecnológicas; para él, las innovaciones tecnológicas son sólo una pequeña parte del progreso, pero pueden ser ventajosas si se mezclan con innovaciones doctrinales, operacionales y organizativas. A esto lo denomina los tres pilares de las revoluciones militares: tecnológico, doctrinal y organizativo. Debido a esta ampliación del concepto, se empieza a hablar de “Revoluciones en Asuntos Militares” (RMA por sus siglas en inglés). Marshall no concibe la revolución como el simple hecho de disponer de nuevos sistemas de armas, sino como el resultado del uso efectivo de esas nuevas herramientas, así que la tecnología es necesaria pero no suficiente para lograr el resultado.
Cuando se habla de la práctica, pueden surgir diferentes estímulos que motiven al avance de una RMA, y por lo tanto se puede hablar de un criterio que clasifique estas diversas posibilidades: La aparición de nuevas amenazas, la revisión de la propia capacidad de disuasión, y las presiones institucionales. Pero el paso definitivo hacia la integración de todas esas variables lo acuña el enfoque presentado por Clifford Rogers, la “Revolución Socio-Militar” (RSM), que integra de forma comprehensiva las fuerzas armadas, la sociedad de la que proceden y el Estado al que sirven. Para Rogers una revolución militar significa una alteración en el estado natural de la guerra, cuyas consecuencias se extienden a los ámbitos sociales y a las formas en las que los Estados adquieren y manejan el poder.
Las “Revoluciones Socio-Militares Modernas” obedecen a cambios políticos, institucionales, ideológicos, económicos e incluso demográficos, pero para entender la situación actual debemos entender que ya no nos encontramos en esa etapa. Surge una nueva RSM denominada “posmoderna”, “tercera ola” o “era post-industrial”. Con los nuevos avances tecnológicos se espera que la disminución de efectivos militares no se traduzca en una reducción de la eficacia de las fuerzas armadas. Sin embargo existe una creciente apuesta por la robotización, que podría ser el último eslabón en el proceso de implementación de la tecnología en los ejércitos.
Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, se inició esta RSM “posmoderna”, iniciándose así el desarrollo de diseños y fabricación de nuevas armas que podían ser utilizadas desde largas distancias, a la vez que se inició una mejora en los sistemas de reconocimiento de imágenes, detección de objetivos y sistemas electromagnéticos. Esta robótica militar surge de la necesidad de sustituir ciertas máquinas tripuladas originalmente por humanos, como misiles de crucero, drones, entre otros.
La tendencia hacia la robotización en las sociedades avanzadas podría convertirse en una situación real completamente nueva, sin embargo, los ejércitos tradicionales continúan siendo necesarios para enfrentar amenazas terroristas y para actuar en guerras asimétricas, por lo que es conveniente utilizar la superioridad tecnológica de forma ventajosa.
El uso de robots en la guerra ha sido objeto de debate a nivel internacional porque se cuestiona su impacto sobre los derechos humanos. Aunque desde el punto de vista jurídico el uso de drones en operaciones militares está justificado siempre que se utilicen según las leyes y costumbres de la guerra, su utilización tiene lugar en muchos casos sin que medie declaración de guerra alguna, y por lo tanto, constituyen una violación del Derecho Internacional, además de la soberanía del Estado al que se dirigen.
Muchos países cuestionan la falta de transparencia a la hora de usar drones, sobre todo por parte de Estados Unidos que guarda cierto secretismo en sus operaciones, pero es la transparencia la que aseguraría que no se violasen los derechos humanos de las posibles víctimas, y en caso de que las hubiera, sería más fácil hacer justicia por ellas
:D