Respuestas
La religión, y concretamente la religión cristiana, parte del reconocimiento de la existencia de Dios, y por tanto de la necesidad de orientar su vida hacia El. Esto significa que el cristiano sabe que está en el mundo para cumplir la voluntad de Dios, y de este modo ser feliz, hacer felices a los demás y poder alcanzar el cielo: el sumo Bien, sin mezcla de mal alguno, y para siempre.
La persona que parte de este principio básico sabe que cumplir la voluntad de Dios implica cumplir bien sus deberes familiares, profesionales, etc., que son una parte importantísima de lo que Dios espera de él. Este es sin duda un motivo fuerte con el que cuenta el cristiano para dar a su vida un sentido de servicio a los demás.
Indudablemente este empeño tiene que llevar consigo actuar con rectitud de intención, buscando sinceramente la verdad y el bien de todos, sin dejarse llevar de intereses menos nobles, sin ceder a presiones que tal vez podrían reportarle beneficios materiales pero que si es a costa de lesionar la justicia, derechos de terceros u otros principios morales no le interesarán.
Es cierto que este comportamiento es propio de toda persona honrada, íntegra, sin necesidad de acudir a razones o motivos espirituales. Pero también es igualmente cierto que junto a razones de “hombría de bien” comunes a todos, las razones espirituales son un refuerzo de esas convicciones humanas. El actuar “de cara a Dios” y no solo de “cara a los hombres” refuerza el empeño en portarse bien, en hacer lo que se debe hacer, independientemente de lo que hagan otros, o de lo que sea más cómodo o de lo que me pueda beneficiar económicamente, políticamente, etc.