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A pesar de no ser una sorpresa, el escándalo Odebrecht ha suscitado entre una inmensa mayoría de peruanos y nacionales de otros países latinoamericanos la consabida secuela de sentimientos de indignación, desconcierto e impotencia. Unos cuantos probablemente estén complotando para desaparecer pruebas, atar cabos sueltos quizá a través de algún asesinato disfrazado de accidente o tal vez huir del país.
Como todo cabe en nuestro país, es posible incluso que los culpables todavía sean funcionarios públicos, y que se sientan protegidos por nuestro inepto sistema de justicia, amparados por alguna ley abyecta que permite que las investigaciones y delitos de corrupción tengan fecha de caducidad.
En el Perú, al oprobio de los 29 millones de dólares distribuidos por Odebrecht, debe sumarse el verdadero objetivo del crimen.
A saber: beneficiarse de más de doce mil quinientos millones de dólares en proyectos de infraestructura y obras públicas. A lo largo de la última década, estos sobornos habrían servido no sólo para ganar ilegalmente la buena pro de los proyectos, sino y sobre todo para lograr la subrepticia aprobación de sobrecostos y adendas en los contratos adquiridos. Todo esto durante el gobierno de 3 presidentes aun públicamente activos y con pretensiones políticas.
De tener que rastrearlo en nuestro continente, hallaríamos probablemente que el primer acto de corrupción contra el Estado ocurrió a comienzos del siglo XVI, cuando un grupo de desarrapados e hirsutos conquistadores pagaron con abalorios y cachivaches sin valor la información de cómo apropiarse del esfuerzo y las riquezas de millones de habitantes de todo un continente. La ignorancia de aquellos míticos Felipillos, la ausencia de un sentimiento de identidad nacional, el sentimiento de sentirse ajenos a la organización y al tejido social del estado incaico explican en gran medida la facilidad con la cual ese puñado de individuos logró infiltrarse, minar y destruir toda una sociedad.
Las criminales consecuencias de la corrupción incluyen la inmensa desigualdad material que asola a nuestra sociedad. La impunidad con la que muchas veces empresas nacionales y extranjeras saquean nuestros recursos y contaminan nuestro medio ambiente y sobre todo gracias a patrañas y corruptelas criminales niegan todo beneficio a nuestra sociedad.
A continuación se deja una idea para desarrollar un artículo de opinión sobre la corrupción peruana.
La corrupción en Perú
Para nadie es un secreto que en Perú existen procesos corruptivos en distintos contextos. Estos procesos, sin duda alguna, afectan a los ciudadanos y al país como ente integral.
Como ciudadanos, tenemos la obligación de no apoyar la corrupción y luchar contra ella en pro de nuestro propio bienestar. La idea, como peruanos, es enfrentar la corrupción y no apoyarla.
¿Qué es la corrupción?
Se puede decir que la corrupción es el mal uso de un poder, autoridad o derechos que se le asignan a una persona. La corrupción es una conducta que va en contra de los valores humanos.
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