En 1798, la division estamental de la sociedad y un monarca absoluto sin limites de poder, que se sustenta en el alto pago de impuestos del tercer estado para mantener los lujos de su corte, fueron causas de la;
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Inauguración de los Estados Generales de 1789 en la sala de los Menus-Plaisirs, en Versalles.
La asamblea tuvo lugar en una sala acondicionada para la ocasión en el palacete de los Menus-Plaisirs (Placeres Menudos), que servía de almacén para decorados de teatro, instrumentos de música y accesorios de deportes de la Corte de Versalles. Estuvieron presentes 1.139 diputados: 291 pertenecen al clero, 270 a la nobleza, y 578 al Tercer Estado (este último representaba al 97% de la población). La sesión inaugural, el 5 de mayo de 1789, fue presidida por el rey Luis XVI, el clero se sentó a la derecha del trono, la nobleza a su izquierda, y el Tercer Estado enfrente. Los oradores fueron el rey, el garde des sceaux Barentin (segundo oficial del gobierno), y el Ministro de Hacienda, Jacques Necker.
El rey abrió la sesión con un discurso escueto y bien acogido por los diputados. El ministro Necker pronunció un discurso de dos horas y media, durante el cual el rey se durmió. Con este discurso, los diputados se dieron cuenta de que la situación financiera del reino era aún más desastrosa de lo que se pensaba, y de que el gobierno estaba desorientado. Quedó entonces patente el motivo de la convocatoria de los Estados Generales: el grave déficit presupuestario.
Pero el ministro no mencionó el problema que más preocupaba a los diputados: la votación por estamento o por cabeza, que condicionaba la aprobación de cualquier reforma.1
Desarrollo de la asambleaNi el clero ni la nobleza formaban bloques homogéneos, ya que también comportaban estratos de ingresos modestos, cuyos intereses y forma de vida se aproximaban a los del Tercer Estado. La nobleza contaba con un buen número de pequeños nobles campesinos (llamados hobereaux), que poco compartían con la gran nobleza próxima a la Corte. Y entre el clero, los simples curas (bas-clergé) se sentían más cercanos a las reivindicaciones de sus feligreses que de sus superiores eclesiásticos.
La nobleza y el clero reclamaban el voto por estamento, que les aseguraba la mayoría sin necesidad de lograr un consenso. El Tercer Estado pedía el voto por cabeza, que permitía más igualdad en la votación, y debates abiertos. Ante la negativa de los dos primeros estados y el consecuente bloqueo de toda votación, el Tercer Estado, aconsejado por el sacerdote Sieyès (diputado del Tercer Estado), invitó a los diputados de la nobleza y del clero a que se unieran a ellos. Dos nobles y 149 miembros del clero lo hicieron.