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Sobre las ruinas del mundo bipolar y de la descolonización surgen una nueva arquitectura y una inédita gramática de las relaciones internacionales.
Las transformaciones, desde la caída del imperio soviético, anunciaron un mundo unipolar, sujeto a la hegemonía de los EE. UU., pero las grandes tensiones estratégicas y diplomáticas de los últimos tiempos (mar del sur de la China, enfrentamientos entre Japón y China, intentos rusos por recuperar influencia en su vecindario cercano, dos guerras en Asia y el ascenso de nuevas potencias comerciales) revelan que la irrupción de nuevos actores y nuevas formas de poder convergen hacia un mundo policéntrico.
Los años noventa hicieron pensar en una hegemonía sin desafios de los EE. UU. Sin embargo, el fracaso del unilateralismo en Irak y Afganistán ha llevado a un repliegue geopolítico. Esta retirada no puede caracterizarse como un declive del poderío norteamericano, sino tan solo como un rechazo a involucrarse en nuevas guerras.
La doctrina Obama pretende liderar desde atrás (Libia) sin aspiraciones de rediseñar el mundo. Los EE. UU. siguen siendo potencia económica y tienen el más sofisticado aparato militar de la historia, su influencia sigue estando presente, aunque limitada