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Cuando el mundo despertó de la Primera Guerra Mundial, los cartógrafos tuvieron que cambiar los mapas de Europa: cuatro emperadores dejaron sus tronos, nuevos países habían nacido e inició la emancipación de la mujer.
Hace 100 años, el 28 de julio de 1914, el imperio Austrohúngaro declaró la guerra a Serbia, un mes después del asesinato del heredero al trono austrohúngaro Francisco Fernando. Europa era entonces un territorio dominado por los imperios austrohúngaro, alemán, otomano y ruso, con monarquías hereditarias.
Pero el orden de las cosas cambió a partir de que el serbio Gavrilo Princip mató al archiduque e inició una guerra que enfrentó a dos bandos, las potencias de la Entente formadas por Reino Unido, Francia y Rusia, a las que también se unieron Serbia, Italia, Bélgica, Grecia, Portugal, Rumania y Estados Unidos.
Contra las potencias centrales formadas por los imperios alemán y austrohúngaro, al que después se unió el imperio otomano –que ocupaba lo que ahora es Turquía y parte de África- y Bulgaria.
En noviembre de 1918 acabó la guerra y con ella tres dinastías europeas, las de los Hohenzollern, los Habsbugo y los Romanov, y el derrocamiento del sultán otomano Mehmet V.
El primer imperio cayó a comienzos de 1917 cuando Rusia tuvo que salir de la guerra por un levantamiento armado en el país que sacó del poder al zar Nicolás II, de la dinastía de los Romanov.
El movimiento inspirado por las ideas de Karl Marx y Friedrich Engels, y catalizado por las diferencias económicas en el país, puso en el poder a un gobierno provisional encabezado por Alexander Kerensky, miembro del partido Socialista Revolucionario. Posteriormente las fuerzas bolcheviques, a cargo de Vladimir Lenin, tomaron el control.
En 1922, Rusia y 14 repúblicas formarían la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), bajo un nuevo sistema político, el comunismo.
La incorporación de Estados Unidos a la guerra en 1917, país que no era considerado una potencia pero puso tropas frescas en una desgastante guerra, puso la balanza a favor de la Entente y las potencias centrales comenzaron a rendirse.
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Bulgaria y el imperio otomano salieron de la guerra en septiembre y octubre de 1917, respectivamente. A mediados de 1918, Alemania inició las conversaciones de paz, para entonces su emperador Guillermo II, de la dinastía de los Hohenzollern, ya no era querido por el Ejército y la opinión pública. El 9 de noviembre de 1918 abdicó al trono, tras ser abandonado por los comandantes militares.
El delegado del Partido Socialdemócrata de Alemania, Philipp
Scheidemann, creó la República de Alemania, que un año después fue
conocida como la República de Weimar.
Pero rendirse significó perder más que la guerra para las potencias centrales. El 7 de mayo de 1919, los países aliados y Alemania firmaron el tratado de Versalles que forzó a Alemania a reducir su territorio, su Ejército y hacer enormes pagos en compensación, así como devolver Alsacia y Lorena a Francia, tierras que pertenecían al reino alemán desde 1871.