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SECCIONES
OPINIÓN
El movimiento, la historia y su estudio
Managua, Nicaragua | 22 Febrero 2014, 12 a.m. | elnuevodiario.com.ni
Jorge Eduardo Arellano
El movimiento es uno de los primeros conceptos que el hombre primitivo elaboró a partir de los cambios y mutaciones que vio en la naturaleza.
Se cuenta entre ellos: el desplazamiento observado en uno mismo y en los animales; el río que fluye incesantemente; el viento que azota con fuerza; las nubes que se deslizan por el cielo; el cambio de posición de las estrellas y constelaciones en el cielo; las erupciones de los volcanes, el flujo y reflujo del mar; la luz del rayo; y las fases lunares, por citar algunos.
El concepto de movimiento fue abordado antiguamente por diversas culturas, pero fueron los filósofos griegos los que se aproximaron a él con profundidad y persistencia.
Para Heráclito de Éfeso (535-475 A.C.): “Nadie se baña en el río dos veces porque todo cambia en el río y en el que se baña”. Da a entender que todo se halla en perpetuo cambio y transformación, siendo el movimiento la realidad subyacente y, por lo tanto, la ley universal.
Parménides de Elea (540-470 A.C.) declaró que “el ser, es; y el no-ser, no es”, lo cual quiere decir que el “no-ser” no existe y nada puede surgir de él; por tanto el cambio, que es el paso del ser al no-ser o a la inversa, es imposible. Su conclusión es que la ley universal es la permanencia del ser, y que el movimiento y el cambio en la naturaleza son meras apariencias de los sentidos.
Zenón de Elea (490-430 A.C.) tenía una posición radical que negaba la posibilidad del movimiento con una serie de razonamientos que en el fondo confundían movimiento absoluto y relativo. En su argumento de Aquiles, “el de los pies ligeros”, en una carrera contra una tortuga que partía con cierta ventaja, el héroe nunca lograba alcanzarla, lo que permitía que el quelonio llegara primero a la meta.
Los argumentos de Zenón fueron refutados argumentalmente por Aristóteles (384-322 A.C.) y de forma práctica por Diógenes, el Cínico (412-323 A.C.), a quien se atribuye la expresión: “El movimiento se demuestra andando”, máxima que utilizamos para zanjar una discusión abundante en argumentos enrevesados.
El movimiento es abordado científicamente por Isaac Newton (1643-1727), mediante la formulación de las tres leyes fundamentales de la mecánica clásica: Ley de la inercia, Ley de fuerza y Ley de acción y reacción. Estas tres leyes fueron fundamentadas matemáticamente por Newton en su monumental obra Philosophiae naturalis principia mathematica.
La dinámica clásica de Newton es aplicable únicamente a sistemas de referencia inerciales: aquellos que se mueven a velocidad constante. Y está restringida a cuerpos cuya velocidad de movimiento dista bastante de la velocidad de la luz (300,000 kilómetros por segundo).
Los efectos en los cuerpos en sistemas de referencia no-inerciales y con velocidades cercanas a la de la luz, como el aumento de masa y la contracción del tiempo, se abordaron en la Teoría de la Relatividad, de Albert Einstein (1879-1955).
La mecánica cuántica estudia el movimiento a nivel del átomo, su núcleo y partículas elementales como el protón, electrón y neutrón. La conclusión más notable de la teoría, de acuerdo con la interpretación probabilística de Copenhague, es que no es posible fijar a la vez la posición y el momento de una partícula en el tiempo.
OPINIÓN
El movimiento, la historia y su estudio
Managua, Nicaragua | 22 Febrero 2014, 12 a.m. | elnuevodiario.com.ni
Jorge Eduardo Arellano
El movimiento es uno de los primeros conceptos que el hombre primitivo elaboró a partir de los cambios y mutaciones que vio en la naturaleza.
Se cuenta entre ellos: el desplazamiento observado en uno mismo y en los animales; el río que fluye incesantemente; el viento que azota con fuerza; las nubes que se deslizan por el cielo; el cambio de posición de las estrellas y constelaciones en el cielo; las erupciones de los volcanes, el flujo y reflujo del mar; la luz del rayo; y las fases lunares, por citar algunos.
El concepto de movimiento fue abordado antiguamente por diversas culturas, pero fueron los filósofos griegos los que se aproximaron a él con profundidad y persistencia.
Para Heráclito de Éfeso (535-475 A.C.): “Nadie se baña en el río dos veces porque todo cambia en el río y en el que se baña”. Da a entender que todo se halla en perpetuo cambio y transformación, siendo el movimiento la realidad subyacente y, por lo tanto, la ley universal.
Parménides de Elea (540-470 A.C.) declaró que “el ser, es; y el no-ser, no es”, lo cual quiere decir que el “no-ser” no existe y nada puede surgir de él; por tanto el cambio, que es el paso del ser al no-ser o a la inversa, es imposible. Su conclusión es que la ley universal es la permanencia del ser, y que el movimiento y el cambio en la naturaleza son meras apariencias de los sentidos.
Zenón de Elea (490-430 A.C.) tenía una posición radical que negaba la posibilidad del movimiento con una serie de razonamientos que en el fondo confundían movimiento absoluto y relativo. En su argumento de Aquiles, “el de los pies ligeros”, en una carrera contra una tortuga que partía con cierta ventaja, el héroe nunca lograba alcanzarla, lo que permitía que el quelonio llegara primero a la meta.
Los argumentos de Zenón fueron refutados argumentalmente por Aristóteles (384-322 A.C.) y de forma práctica por Diógenes, el Cínico (412-323 A.C.), a quien se atribuye la expresión: “El movimiento se demuestra andando”, máxima que utilizamos para zanjar una discusión abundante en argumentos enrevesados.
El movimiento es abordado científicamente por Isaac Newton (1643-1727), mediante la formulación de las tres leyes fundamentales de la mecánica clásica: Ley de la inercia, Ley de fuerza y Ley de acción y reacción. Estas tres leyes fueron fundamentadas matemáticamente por Newton en su monumental obra Philosophiae naturalis principia mathematica.
La dinámica clásica de Newton es aplicable únicamente a sistemas de referencia inerciales: aquellos que se mueven a velocidad constante. Y está restringida a cuerpos cuya velocidad de movimiento dista bastante de la velocidad de la luz (300,000 kilómetros por segundo).
Los efectos en los cuerpos en sistemas de referencia no-inerciales y con velocidades cercanas a la de la luz, como el aumento de masa y la contracción del tiempo, se abordaron en la Teoría de la Relatividad, de Albert Einstein (1879-1955).
La mecánica cuántica estudia el movimiento a nivel del átomo, su núcleo y partículas elementales como el protón, electrón y neutrón. La conclusión más notable de la teoría, de acuerdo con la interpretación probabilística de Copenhague, es que no es posible fijar a la vez la posición y el momento de una partícula en el tiempo.
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