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La respiración cutánea es propia de los anélidos, anfibios (en combinación en estos dos casos con otro tipo de respiración) y de ciertos equinodermos.
En este tipo de respiración hay que distinguir el tegumento corporal, que configura la estructura respiratoria, y la piel, a través de la cual se realiza el intercambio gaseoso, la cual debe ser muy fina, húmeda y estar bien irrigada por el medio interno del animal.
El intercambio gaseoso se realiza a través de la epidermis, siempre y cuando la cutícula externa esté húmeda; algo que se consigue porque están intercaladas entre las células cúbicas del epitelio (de una sola capa), hay células glandulares.
Los animales que respiran por la piel o por tegumento viven en el medio acuático o en lugares muy húmedos, ya que solo en estos ambientes es eficaz. Poseen este tipo de respiración las lombrices de tierra; medusas y anémonas; los sapos y las ranas.
La respiración cutánea junto a la branquial, traqueal y pulmonar, uno de los cuatro tipos de respiración que pueden presentar los animales. Consiste en realizar el intercambio gaseoso a través de la piel o de ciertas áreas como la cavidad bucal o en cavidades internas que, repletas de agua, constituyen los llamados pulmones acuáticos de holoturias y ciertos moluscos gasterópodos.
Los anfibios, cuando se encuentran en estado larvario, respiran en el interior del agua a través de branquias; cuando sufren su metamorfosis para entrar en la edad adulta, pierden esas branquias y desarrollan unos pulmones para poder respirar en tierra. Poseen una epidermis muy fina y una dermis bien vascularizada para poder transportar el oxígeno a todo el cuerpo a través de la sangre.
La respiración cutánea es una forma de respiración en la cual el intercambio gaseoso ocurre a través de la piel y no por medio de los pulmones o de las branquias. Este proceso se da principalmente en insectos, anfibios, peces, serpientes marinas, tortugas y algunos mamíferos (Jabde, 2005).
La piel de los animales que usan la respiración cutánea es bastante especial. Para permitir que haya un intercambio gaseoso, debe ser húmeda para que tanto el oxígeno como el dióxido de carbono puedan pasar libremente a través de ella.