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He aquí la
curiosa historia de Li-Chen-Jao, el pintor chino que; en tiempos ya
lejanos, huyó del palacio imperial sin
que nunca más se haya vuelto a saber de él.
Li nació en Uasn; lugar de una región húmeda y verde. Su niñez había sido alegre entre prados y blancos árboles floridos. Hasta cuando dormía sonreía soñando la luz de cristal del campo.
Desde muy pequeño dibujaba peces y pájaros en las piedras lavadas del río; y rebaños y pastores en las maderas de los establos. El yeso y el carbón eran lápices mágicos en sus manitas de niño.
Li creció. En las aldeas y en los pueblos próximos todos hablaban de Li. Mucha gente venía por los caminos para ver las pinturas del joven artista. La fama de su mérito fue creciendo, creciendo hasta llegar al palacio del emperador.
El emperador llamó a Li y le dijo:
“Te quedarás aquí y trabajarás para adornar los corredores y salones del palacio. Ya he mandado preparar tu taller bien provisto de colores, lacas y ricas maderas. Tu vida cambiará desde hoy. Ya no volverás allá donde naciste.”
Li estaba triste. Ya no podría ver su casa; en la dulce aldea blanca, de árboles floridos a la orilla del río transparente y manso.
Trabajaba sin descanso para agradar al emperador. Sus pinturas llenaban los biombos lacados, las puertas de madera y de hierro; y los muros de los templos y salones imperiales. Un día Li pintó un cuadro maravilloso: el transparente cielo de su infancia, el campo de prados, el puentecillo de estacas en el río bordeado de bambúes, la blanca aldea a lo lejos; entre vuelos de patos salvajes, un rojo sol de aurora y un verde limpio de hierba húmeda.
Li había hecho su mejor obra: la que llevaba siempre en su pensamiento y en sus sueños. A él no le parecía una pintura de su aldea, sino su aldea misma plasmada en el cuadro como milagro… (Continúa)
Espero que te ayude ;)