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La evaporación disminuye la temperatura de la superficie del agua ya que absorbe gran cantidad de la energía del Sol, esto regula el equilibrio térmico de los océanos. Asimismo, la evaporación tiene un efecto importante sobre la salinidad de los mares, ya que tiende a concentrar las sales que en ellos existen, es decir, incrementa la salinidad, contrarrestando la acción de las precipitaciones pluviales que diluyen las sales del agua próximas a la superficie del mar, disminuyendo la salinidad. Por tanto, se va a establecer un equilibrio entre la temperatura, la evaporación y la precipitación que permite que la salinidad aumente o disminuya según las condiciones existentes en la atmósfera y el océano.
También la evaporación es importante, por ser la fuente de la mayor cantidad del agua dulce de la Tierra, ya que el agua regresa a la superficie del planeta y a los océanos al precipitarse el vapor en forma de lluvia.
La cantidad de evaporación del agua de la superficie de los mares está determinada por los siguientes factores: temperatura, contenido de vapor de agua en la atmósfera, velocidad del viento, salinidad del agua y área de agua expuesta al Sol.
La evaporación es directamente proporcional a la temperatura y a la velocidad del viento, ya que al aumentar estos factores también se incrementa ella, y es inversamente proporcional al contenido de vapor de agua y a la salinidad de ella, debido a que cuando éstos son altos la evaporación disminuye.
Si en su movimiento ascendente las masas de aire cargadas de vapor de agua se encuentran con otras sólo de aire, el vapor se condensa y forma nubes, haciéndose visible, como ocurre al borde del mar, en donde las masas de aire marítimo, saturadas de humedad, chocan con las de origen continental, secas y frías. La evaporación de la superficie del mar es la fuente de las nubes, y el aire marítimo el portador de ellas. Las nubes que se encuentran sobre los continentes tienen origen marino, ya que el aire continental presentaría el cielo despejado.
Al originarse las nubes, se van uniendo hasta formar un manto con un espesor de aproximadamente un kilómetro, que ha sido llamado el mar de nubes al ser observado por los que viajan en avión o por los alpinistas que escalan altas montañas, por el aspecto que presentan. Al principio, este manto de nubes parece inmóvil, surcado únicamente por suaves ondulaciones, pero a menudo los cambios en sus condiciones y en sus movimientos pueden hacer que se presenten los factores adecuados para que se originen los violentos torbellinos.
Las nubes están formadas por la concentración de gotas de agua o de cristales de hielo que se encuentran suspendidos en la atmósfera como consecuencia de la condensación del vapor de agua contenido en el aire, debido al enfriamiento de este último.
Las nubes presentan gran variedad en sus formas y características y los meteorólogos han establecido varias clasificaciones formando la llamada "escala del cielo"; la clasificación más aceptada es la que distingue cuatro categorías principales:
Cirros: nubes aisladas de contorno filamentoso; se mantienen a gran altura —8 000 a 9 000 m— y suelen estar formados por cristales de hielo; nunca dan origen a precipitaciones en forma de lluvia o nieve, y forman al combinarse con otros tipos de nubes los cirrocúmulos o cirroestratos.
Estratos: son las masas de nubes extendidas en una forma especial y definida. Según su origen y modo de formación, los de poco espesor se sitúan en los 1 500 metros de latitud. Tampoco originan lluvia, pero al combinarse se convierten en nimboestratos, que producen los chubascos o aguaceros finos y persistentes, y se encuentran muy bajos, a 1 000 metros.
Cúmulos: son nubes redondas, de un blanco inmaculado. Se desarrollan verticalmente, o sea que su base está a los 1 500 metros o más de altitud. Al convertirse en cúmulo-nimbos, que llegan hasta los 12 000 metros de altura, provocan los chubascos, tormentas o granizo.
En estas nubes se originan los movimientos violentos producidos por los torbellinos y las fuertes descargas eléctricas que se forman por una diferencia grande de potencial eléctrico entre una nube y el suelo, entre dos nubes, o entre dos partes de una misma nube. Estos cúmulo-nimbos acumulan enormes cargas de energía eléctrica, de 3 000 voltios por centímetro, que al llegar al suelo provocan descargas de cientos de miles de amperios.
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