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Una de las preocupaciones de la reciente cumbre de Davos fue la evidencia contundente de que, en las tres últimas décadas, la desigualdad económica y social en el mundo sigue marcando su marcha ascendente. Como bien lo señala Sandel, el paso de una “economía de mercado” a una “sociedad de mercado” ha implicado la agudización en los patrones de concentración del ingreso a escala planetaria. Ha sido el resultado lógico de tres décadas de culto a los mecanismos del mercado y desmonte de los estados de bienestar en los países desarrollados y débil construcción de los mismos en los países en desarrollo.
Dos recientes publicaciones, a nivel internacional, confirman estas tendencias preocupantes. Por un lado, el libro de Thomas Piketty Capital en el siglo XXI de la Escuela de Economía de Paris, demuestra que el fenómeno se inició desde la postguerra del siglo pasado, intensificándose con las políticas de libre mercado de los últimos 30 años. La competencia intensa y el libre mercado generan el resultado lógico que ya Marx visionaba en el siglo XIX: mayor concentración del ingreso en la cima de la sociedad, y una menor participación de trabajadores y empleados en el ingreso nacional. Cuando se examina este fenómeno para la economía de Estados Unidos, el resultado es contundente y brutal.
De ahí que Piketty recomienda lo opuesto a los economistas neoliberales de nuestra época. Incrementar paulatinamente los impuestos al patrimonio en stocks, utilidades y dividendos en la cima de la sociedad. De lo contrario, la democracia seguirá siendo socavada en todos los países, desarrollados y en desarrollo. Lo anterior se refuerza con los cambios tecnológicos, pues la remuneración de altos salarios se dirigirá más fuertemente a los trabajos creativos. No bastará educarse para recibir mejores salarios.