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La negritud (en francés Négritude) es movimiento ideológico y literario caribeño de la primera mitad del siglo XX que reunió a escritores negros francófonos que se proponían el reconocimiento de la identidad del hombre negro ante las políticas metropolitanas de asimilación cultural.1
Aimé Césaire acuñó en 1935 este término en el número 3 de la revista L'étudiant noir (El estudiante negro). Con el concepto se pretende reivindicar la identidad negra y su cultura frente a la cultura francesa dominante y opresora, que se servía de ella como instrumento en la administración colonial francesa. El concepto es retomado más adelante por Léopold Sédar Senghor, que profundiza, oponiendo la razón helénica a la emoción negra.
Por otro lado, la negritud es un movimiento de exaltación de los valores culturales de los pueblos negros. Es la base ideológica que va impulsar el movimiento independentista en África.
El nacimiento de este concepto y el de la revista Présence Africaine (1947) de modo simultáneo en Dakar y París tendrá un efecto explosivo. Reúne a jóvenes intelectuales negros de todas partes del mundo y consigue que a él se unan intelectuales franceses como Jean Paul Sartre, quien definirá la negritud como la negación de la negación del hombre negro.
Según Senghor, la negritud es el conjunto de valores culturales de África negra. Para Césaire, esta palabra designa en primer lugar el rechazo. Rechazo ante la asimilación cultural; rechazo de una determinada imagen del negro tranquilo, incapaz de construir una civilización. Lo cultural está por encima de lo político.
A continuación, algunos escritores negros o criollos criticaron el concepto; al considerar que era demasiado simplificador: El tigre no declara su tigritud. Salta sobre su presa y la devora (Wole Soyinka). El propio Césaire se apartó del término al considerarlo casi racista. Se trató de un concepto que se elaboró en un momento en el que las élites intelectuales indígenas de raza negra, tanto antillanas como africanas, se encontraban en la metrópoli. Tenían unos puntos en común bastante difusos (color de piel, idioma colonizador) y sobre los que no resultaba sencillo establecer vínculos. De hecho, algunos autores opinan que relaciones de amistad personal fueron lo que más contribuyó a forjar unas identidades comunes.
ESPERO TE SIRVA
Aimé Césaire acuñó en 1935 este término en el número 3 de la revista L'étudiant noir (El estudiante negro). Con el concepto se pretende reivindicar la identidad negra y su cultura frente a la cultura francesa dominante y opresora, que se servía de ella como instrumento en la administración colonial francesa. El concepto es retomado más adelante por Léopold Sédar Senghor, que profundiza, oponiendo la razón helénica a la emoción negra.
Por otro lado, la negritud es un movimiento de exaltación de los valores culturales de los pueblos negros. Es la base ideológica que va impulsar el movimiento independentista en África.
El nacimiento de este concepto y el de la revista Présence Africaine (1947) de modo simultáneo en Dakar y París tendrá un efecto explosivo. Reúne a jóvenes intelectuales negros de todas partes del mundo y consigue que a él se unan intelectuales franceses como Jean Paul Sartre, quien definirá la negritud como la negación de la negación del hombre negro.
Según Senghor, la negritud es el conjunto de valores culturales de África negra. Para Césaire, esta palabra designa en primer lugar el rechazo. Rechazo ante la asimilación cultural; rechazo de una determinada imagen del negro tranquilo, incapaz de construir una civilización. Lo cultural está por encima de lo político.
A continuación, algunos escritores negros o criollos criticaron el concepto; al considerar que era demasiado simplificador: El tigre no declara su tigritud. Salta sobre su presa y la devora (Wole Soyinka). El propio Césaire se apartó del término al considerarlo casi racista. Se trató de un concepto que se elaboró en un momento en el que las élites intelectuales indígenas de raza negra, tanto antillanas como africanas, se encontraban en la metrópoli. Tenían unos puntos en común bastante difusos (color de piel, idioma colonizador) y sobre los que no resultaba sencillo establecer vínculos. De hecho, algunos autores opinan que relaciones de amistad personal fueron lo que más contribuyó a forjar unas identidades comunes.
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