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1
Cada vez que esta ciudad rota -que ha renunciado de su histórica alma y malvive en su aridez cultural- aguarda con nova complacencia el resurgimiento de su osamenta constructiva que se fue formando bajo un inmenso cielo azul, hecha de pura sangre y sudor, con mucho de embrionaria, de rrojo férrico que transmite su propio resplandor a medida que se vuelve corpórea y sustanciosa; cada vez que esta ciudad rota se enardece -por pura necesidad- de su anciana importancia, de su materialidad perenne [...] 2 caso de Rolando LandoCorría el rumor de que Rolando Lando, el peor de los bandidos en busca y captura, se escondía en el Barrio Pardo, una zona llena de delincuentes y rufianes a la que ningún policía con dos dedos de frente se atrevía a entrar.
-Por fin tenemos una pista del lugar donde se esconde Rolando Lando -dijo el capitán de policía-. Llevamos años detrás de él... ¡¿y ahora me decís que no es seguro ir a buscarlo?!
-Esa zona es peligrosa, incluso para los delincuentes, capitán -dijo uno de los agentes-. Dicen que incluso hay fantasmas….
-¡Y zombies! ¿No hay zombies? ¡O vampiros? ¿No hay vampiros? No fastidie, agente Blázquez, que todavía lo catapulto allí usando mis poderes sobrenaturales.
La cruel ironía del capitán hizo que el agente Blázquez palideciera, lo que provocó que se notara más cómo se sonrojaba ante las risitas de alguno de sus compañeros.
-Parece que tenemos unos cuantos valientes -dijo el capitán, dirigiéndose a los que trataban de ocultar, sin éxito, su risa-. Mañana vosotros entraréis en el Barrio Pardo y no saldréis de allí hasta que no sepáis algo que nos ayude a coger a Rolando Lando. Tranquilos, iréis de paisano. Si vais de polis no duraréis mucho allí. ¡Ah! Y llevaros al agente Blázquez, a ver si espabila.
El agente Blázquez y otros cuatro agentes más entraron en el Barrio Pardo vestidos de pandilleros. Pero iban tan limpios, tan bien peinados y con tanto miedo que despertaron el interés de varios bandidos. Ponerse a preguntar por Rolando Lando, el más buscado de todos los malvados que por allí se movían, terminó por afirmar las sospechas de varios de ellos.
-¡La pasma! ¡Nos visita la pasma! -gritó uno de ellos.
-¿Estos tipejos con pinta de pasmaos son polis? -dijo otro bandido que andaba por allí. Alguno le rió la gracia.
-Busquemos a Rolando Lando. Tiene visita -dijo otro bandido-. Vienen a por él, así que sea él mismo quien decida qué hacemos con ellos.
-Aquí estoy -dijo Rolando Lando-. Dejadlos marchar. No merece la pena pringarse. Si los sacáis por la avenida de los fantasmas no volverán.
-¿Fantasmas? -dijo el agente Blázquez a sus compañeros con un hilo de voz-. Fantasmas, ya os lo dije.
-Hace mucho que no nos divertimos -dijo otro de los delincuentes que se había reunido allí-. Lo de los fantasmas está ya muy visto.
-Tenemos cosas importantes que preparar, ¿recuerdas? -insistió Rolando Lando-. Dejadlo y vamos a lo nuestro.
Pero los bandidos no estaban dispuestos a perderse la oportunidad de hacer pasar un mal rato a aquellos policías. Rolando Lando se dio cuenta y evitó a tiempo que uno de los policías acabara en el suelo.
-¿Te atreves a desafiarme, Rolando Lando? -dijo el delincuente-. Serás el bandido más buscado, pero yo soy el que lleva más tiempo en la listas de busca y captura. Si te vuelves a interponer te las tendrás que ver conmigo.
-Estos polis tienen pinta de pardillos, pero, quién sabe, lo mismo es una tapadera -dijo Rolando Lando-. A lo mejor se están haciendo los debiluchos para que nos confiemos y luego asestar un golpe maestro.
-¿Qué dice este? -dijo el agente Blázquez.
-¡Sí, hombre, ya sabes! -dijo Rolando Lando-. Las cosas nunca son lo que parecen y, a los que los suyos se parecen, honra merecen.
-¡Ahora te da por los refranes! -dijo uno de los delincuentes.
Pero los policías sabían muy bien qué es lo que pasaba allí. Aquella tontería era la clave que los agentes infiltrados usaban para revelar su papel ante los compañeros sin descubrirse a plena luz. Todos los policías sabían lo que había que hacer.
-Vamos, chicos, que son cinco pasmaos inofensivos -insistió Rolando Lando-. Tenemos que terminar de darle forma a ese plan que nos hará ricos para siempre.
Y justo después...
-¡Ahora! -gritó Rolando Lando. Y todos los policías echaron a correr.
-¡Seguidlos!
-No tengáis miedo y venid conmigo -djio Rolando Lando a los policías-. La avenida de los fantasmas no es más que un truco que monté para darle interés a este lugar mientras lo peor de lo peor se acumulaba aquí.
-Hemos estropeado tu plan -dijo el agente Blázquez.
-No del todo -dijo Rolando Lando-. Solo hay que cambiar la estrategia, pero ya sabéis que están todos aquí. No tienen a dónde ir.
Al día siguiente, cuando Rolando Lando contó su historia y el Presidente, único conocedor del plan, la confirmó, todo el cuerpo de policía cayó sobre Barrio Pardo, atrapando a los bandidos más peligando Lando, el más buscado de los rufianes, pero también el más avis
-Por fin tenemos una pista del lugar donde se esconde Rolando Lando -dijo el capitán de policía-. Llevamos años detrás de él... ¡¿y ahora me decís que no es seguro ir a buscarlo?!
-Esa zona es peligrosa, incluso para los delincuentes, capitán -dijo uno de los agentes-. Dicen que incluso hay fantasmas….
-¡Y zombies! ¿No hay zombies? ¡O vampiros? ¿No hay vampiros? No fastidie, agente Blázquez, que todavía lo catapulto allí usando mis poderes sobrenaturales.
La cruel ironía del capitán hizo que el agente Blázquez palideciera, lo que provocó que se notara más cómo se sonrojaba ante las risitas de alguno de sus compañeros.
-Parece que tenemos unos cuantos valientes -dijo el capitán, dirigiéndose a los que trataban de ocultar, sin éxito, su risa-. Mañana vosotros entraréis en el Barrio Pardo y no saldréis de allí hasta que no sepáis algo que nos ayude a coger a Rolando Lando. Tranquilos, iréis de paisano. Si vais de polis no duraréis mucho allí. ¡Ah! Y llevaros al agente Blázquez, a ver si espabila.
El agente Blázquez y otros cuatro agentes más entraron en el Barrio Pardo vestidos de pandilleros. Pero iban tan limpios, tan bien peinados y con tanto miedo que despertaron el interés de varios bandidos. Ponerse a preguntar por Rolando Lando, el más buscado de todos los malvados que por allí se movían, terminó por afirmar las sospechas de varios de ellos.
-¡La pasma! ¡Nos visita la pasma! -gritó uno de ellos.
-¿Estos tipejos con pinta de pasmaos son polis? -dijo otro bandido que andaba por allí. Alguno le rió la gracia.
-Busquemos a Rolando Lando. Tiene visita -dijo otro bandido-. Vienen a por él, así que sea él mismo quien decida qué hacemos con ellos.
-Aquí estoy -dijo Rolando Lando-. Dejadlos marchar. No merece la pena pringarse. Si los sacáis por la avenida de los fantasmas no volverán.
-¿Fantasmas? -dijo el agente Blázquez a sus compañeros con un hilo de voz-. Fantasmas, ya os lo dije.
-Hace mucho que no nos divertimos -dijo otro de los delincuentes que se había reunido allí-. Lo de los fantasmas está ya muy visto.
-Tenemos cosas importantes que preparar, ¿recuerdas? -insistió Rolando Lando-. Dejadlo y vamos a lo nuestro.
Pero los bandidos no estaban dispuestos a perderse la oportunidad de hacer pasar un mal rato a aquellos policías. Rolando Lando se dio cuenta y evitó a tiempo que uno de los policías acabara en el suelo.
-¿Te atreves a desafiarme, Rolando Lando? -dijo el delincuente-. Serás el bandido más buscado, pero yo soy el que lleva más tiempo en la listas de busca y captura. Si te vuelves a interponer te las tendrás que ver conmigo.
-Estos polis tienen pinta de pardillos, pero, quién sabe, lo mismo es una tapadera -dijo Rolando Lando-. A lo mejor se están haciendo los debiluchos para que nos confiemos y luego asestar un golpe maestro.
-¿Qué dice este? -dijo el agente Blázquez.
-¡Sí, hombre, ya sabes! -dijo Rolando Lando-. Las cosas nunca son lo que parecen y, a los que los suyos se parecen, honra merecen.
-¡Ahora te da por los refranes! -dijo uno de los delincuentes.
Pero los policías sabían muy bien qué es lo que pasaba allí. Aquella tontería era la clave que los agentes infiltrados usaban para revelar su papel ante los compañeros sin descubrirse a plena luz. Todos los policías sabían lo que había que hacer.
-Vamos, chicos, que son cinco pasmaos inofensivos -insistió Rolando Lando-. Tenemos que terminar de darle forma a ese plan que nos hará ricos para siempre.
Y justo después...
-¡Ahora! -gritó Rolando Lando. Y todos los policías echaron a correr.
-¡Seguidlos!
-No tengáis miedo y venid conmigo -djio Rolando Lando a los policías-. La avenida de los fantasmas no es más que un truco que monté para darle interés a este lugar mientras lo peor de lo peor se acumulaba aquí.
-Hemos estropeado tu plan -dijo el agente Blázquez.
-No del todo -dijo Rolando Lando-. Solo hay que cambiar la estrategia, pero ya sabéis que están todos aquí. No tienen a dónde ir.
Al día siguiente, cuando Rolando Lando contó su historia y el Presidente, único conocedor del plan, la confirmó, todo el cuerpo de policía cayó sobre Barrio Pardo, atrapando a los bandidos más peligando Lando, el más buscado de los rufianes, pero también el más avis
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