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No hay quehaceres dados ni tareas preexistentes esperándonos; no hay imperativos inscritos en el cielo metafísico, ni postes indicadores a lo largo de la ruta humana. Afirma Sartre: "no se puede tener el bien a priori", ninguna moral general puede indicar lo que hay que hacer. Las decisiones dependen de la libertad personal en cada situación; y las cosas adquieren valor al ser elegidas: la libertad es —según Sartre— el fundamento de todos los valores y es la conciencia y nada más que la conciencia la formuladora de esos valores.
Es una "moral de la libertad" sin más leyes o normas que las que surgen del compromiso de realizarse a sí mismo en la "situación" concreta en la que cada hombre se encuentra, por lo que todo lo que hace es siempre bueno: la moral existencialista es una moral "libre" y permisiva muy difundida en el mundo actual.