Respuestas
Samuel era un niño de aproximadamente 4 años y muy amado por sus padres, quienes se llamaban Elcana y Ana. Siendo tan pequeño, ellos lo llevaron ante el sacerdote Israelita llamado Eli para que se quedara a vivir en el tabernáculo, con el y otros sacerdotes.
Parece raro que siendo un niño tan pequeño aun, sus padres lo dejaran vivir con extraños ¿verdad? Pero no es así, había un motivo muy importante. Años antes que nazca el pequeño Samuel, su mamá Ana, no podía tener bebés, un día ella se arrodillo y oro a Dios rogándole por un hijo, y prometió consagrarlo a su servicio de por vida en señal de gratitud y amor. Dios oyó los ruegos de Ana y quedo muy complacido de esa promesa y así tuvo a su bebé. Por eso es que llevaron al niño al tabernáculo.
Samuel se quedo allí muy contento, no lloro porque fue enseñado desde pequeño que así aprendería y serviría a su Dios, fue un niño muy obediente.
Elí tenía dos hijos llamados Finees y Ofni, que eran muy malas personas. Su padre debió hacer algo e impedir que sigan como sacerdotes, pues no merecían estar en el tabernáculo, pero no hizo nada. Una noche cuando Samuel era mas grande Dios lo llamó 3 veces, las tres veces el niño corrió hacia Eli creyendo que el lo llamaba, pero el sacerdote se dio cuenta que era Dios quien llamaba al pequeño y le dijo así:
-“Le dirás al Señor, háblame Señor, que yo tu siervo te escuchare”, y así hizo Samuel.
Y Dios le dijo al niño:
-“Los hijos de Eli van a morir en una pelea contra los filisteos y su padre Eli, al recibir la noticia, también morirá.
Y así fue, los hijos mueren en una pelea y su padre al recibir la noticia, cae al piso y al golpearse la cabeza muere. Así cumplió Dios con su palabra.
Pasaron los años y el gran Samuel no solo fue muy obediente a su Dios, también se convirtió en el último juez justo del pueblo de Israel
Respuesta:
Había una vez un hombre llamado Job, el cual era muy fiel a Dios. Todos los días al levantarse, lo primero que hacía era darle las gracias por todas las bendiciones que le había dado, pues era dueño de unas tierras muy fértiles, tenía una hermosa esposa y una gran y amorosa familia. A todos ellos les había enseñado a creer en el Señor con todo su corazón.—No entiendo para que te molestas en seguir siendo bueno con los hombres, luego de ver todo lo que han hecho —le dijo—, yo podría hacer que cualquiera de ellos se hiciera malvado y lo sabes bien.
—Te equivocas, no todos se dejarían tentar —dijo Dios—, mira a Job por ejemplo. Él es muy leal a mí.
—Solamente te es fiel porque lo has llenado de cosas buenas —le espetó el diablo—, si se las quitas, te va a maldecir como todos los otros.
—Si lo que quieres es demostrarme algo, entonces ve tú y quítaselas —lo retó Dios—, haz lo que quieras de él y verás como sigue siendo fiel a mí. Pero no te atrevas a matarlo.
Regodeándose de placer por lo que estaba a punto de hacer, Satanás entró en la vida de Job para arruinarla con la esperanza de volverlo malvado. Lo primero que hizo, fue provocar que todas las ovejas de su rebaño se murieran, además de traer a unos ladrones que se encargaron de llevarse todos sus camellos y el resto de su ganado. Pero tras ver esto, Job decidió rezar a Dios con más fuerza que antes.
Luego, Satanás convocó una tormenta terrible, en la que murieron los diez hijos e hijas de este buen hombre. Aunque su esposa se volvió loca de dolor, Job se mantuvo firme en su amor a Dios y mantuvo la esperanza de que las cosas mejorarían.
Furioso al ver que sus planes fracasaban, Satanás le envío una terrible enfermedad que le cubrió todo el cuerpo de llagas dolorosas y al rojo vivo.
Al verlo en este estado, su esposa trató de convencerlo de que Dios los había abandonado para siempre.
—Maldice el nombre del Señor y muere —le dijo con resignación.
Pero Job continuó alabándolo con más alegría que antes, y tampoco le importó cuando tres falsos amigos vinieron para reírse de su desgracia, diciéndole que había vivido una vida sin sentido.
Satanás había fracasado. Aún con todas las desgracias del mundo a sus espaldas, Job seguía siendo un hombre bueno y fiel al Señor. Por eso, Dios lo curó de su enfermedad y le devolvió todas las cosas que le habían sido arrebatadas. Job tuvo el doble de ovejas, de camellos y de ganado, y volvió a tener diez hijos con su esposa, a los que enseñó una vez más que nuestro padre celestial jamás nos abandonaba.