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1. La necesidad de un marco de análisis
Uno de los signos de los tiempos actuales es el reclamo, aparentemente cada vez más consensual,
de creación de una nueva institucionalidad donde la sociedad civil cumpla un papel relevante. Sin
embargo, si exploramos en los contenidos de lo que parece resumirse como la necesidad de
rearticulación de las relaciones entre el Estado y la sociedad, constatamos que el mentado consenso
tiende a difuminarse tras demandas que oscilan desde la privatización casi total de las actividades
económicas, e incluso políticas, hasta la promoción de nuevas relaciones del Estado con la sociedad
fundadas en la valorización de la asociación en el campo económico y de la concertación en el político.
Hay ciertamente distintas perspectivas analíticas que avalan tales diferencias, pero pareciera que hay
también un común denominador en las distintas aproximaciones que no sólo dificulta la posibilidad de
dirimir en el plano racional comunicativo los aparentes consensos y reales disensos, sino que puede
impedir el avance de la reflexión teórica sobre el particular y especialmente, de la propia
transformación social. Tal común denominador radica, a nuestro juicio, en que el abordaje de la
rearticulación de las relaciones Estado-sociedad se tiende a realizar en todos los casos a través de un
enfoque autocentrado en los ejes de la relación sin una clara perspectiva que oriente su transformación
y que recubra de sentido a la reivindicación de la sociedad civil.
Esto parece ser particularmente evidente en la propuesta política del enfoque neo-conservador
que fundamenta la ampliación de la esfera de acción de la sociedad civil básicamente en la negación
del Estado dentro de la institucionalidad deseable. De hecho, la privatización de las decisiones resulta
ser la consecuencia política "lógica" de conceder al mercado la cualidad exclusiva de regulador de la
vida económica y política y de asumir -apoyados en la teoría de la elección pública- que las autoridades
políticas y los burócratas tienden a usar las instituciones públicas para maximizar su propio bienestar.
Pero no es sólo que la sociedad civil aparezca relevada sólo por "defecto" (si debe haber menos Estado,
"entonces" debe haber más sociedad civil), sino que su propia cualidad deriva a su vez de aquella que
hace rechazar al Estado: la política. Tal como ha sido reconocido (Lechner, 1981), el objetivo
neoconservador es el derrocamiento de la política, por tanto el discurso de la reducción del papel de las
instituciones públicas no deviene en uno que fundamenta la ampliación del espacio político a favor de
la sociedad. Al contrario, la "administración" de la participación política, la "funcionalizacióntecnificación"
de la participación social y la concepción de la democracia como "método o
procedimiento" se convierten en las expresiones concretas de esta particular valorización de la
instancia social que en definitiva parece fundar el desplazamiento de las decisiones hacia ella en la
necesidad no sólo de establecer controles al gobierno, sino de desactivar las demandas populares.
Desmovilización y despolitización social resultan así las contracaras del fortalecimiento de la sociedad
civil y de la retracción de las instituciones políticas.
Ahora bien, aunque se vislumbre un claro repliegue de tales posiciones,
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Hay ciertamente distintas perspectivas analíticas que avalan tales diferencias, pero pareciera que hay también un común denominador en las distintas aproximaciones que no sólo dificulta la posibilidad de dirimir en el plano racional comunicativo los aparentes consensos y reales disensos, sino que puede impedir el avance de la reflexión teórica sobre el particular y especialmente, de la propia transformación social. Tal común denominador radica, a nuestro juicio, en que el abordaje de la rearticulación de las relaciones Estado-sociedad se tiende a realizar en todos los casos a través de un enfoque autocentrado en los ejes de la relación sin una clara perspectiva que oriente su transformación y que recubra de sentido a la reivindicación de la sociedad civil. Esto parece ser particularmente evidente en la propuesta política del enfoque neo-conservador que fundamenta la ampliación de la esfera de acción de la sociedad civil básicamente en la negación del Estado dentro de la institucionalidad deseable. De hecho, la privatización de las decisiones resulta ser la consecuencia política "lógica" de conceder al mercado la cualidad exclusiva de regulador de la vida económica y política y de asumir -apoyados en la teoría de la elección pública- que las autoridades políticas y los burócratas tienden a usar las instituciones públicas para maximizar su propio bienestar. Pero no es sólo que la sociedad civil aparezca relevada sólo por "defecto" (si debe haber menos Estado, "entonces" debe haber más sociedad civil), sino que su propia cualidad deriva a su vez de aquella que hace rechazar al Estado: la política. Tal como ha sido reconocido (Lechner, 1981), el objetivo neoconservador es el derrocamiento de la política, por tanto el discurso de la reducción del papel de las instituciones públicas no deviene en uno que fundamenta la ampliación del espacio político a favor de la sociedad. Al contrario, la "administración" de la participación política, la "funcionalizacióntecnificación" de la participación social y la concepción de la democracia como "método o procedimiento"
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