• Asignatura: Historia
  • Autor: fran025
  • hace 9 años

como era una ciudad de Al-Andalus

Respuestas

Respuesta dada por: noelialaura
6
Al llegar los musulmanes a la Península Ibérica encontraron numerosas ciudades hispano-romanas con una infraestructura de canalizaciones, pero con notables destrucciones y deterioros. Sobre esas ruinas, fueron levantando los árabes nuevas ciudades, respetando lo útil y aportando la definitiva configuración de la ciudad hispano-musulmana. A esta clase pertenecen las principales ciudades de al-Andalus: Córdoba, Sevilla, Toledo, Zaragoza, Mérida, y muchas otras. Continuando la tradición urbanizadora del Imperio Romano, también construyeron una veintena de ciudades de nueva fundación, entre ellas: Madrid, Calatayud, Almería, Calatrava y Murcia. 

Todas ellas seguían una planificación semejante: zona religioso-judicial (el lugar de la mezquita y la madraza); zona comercial (en torno al zoco y la alcaicería); zona palatino-administrativa (el alcázar del soberano y sus anejos); zona militar (la alcazaba, emplazada en la parte más alta de la ciudad); zona residencial (las mansiones nobles de los cortesanos); zona popular (los barrios, o rabad); cementerios (maqbara) y zonas de recreo y de reunión pública, como la musalla y la musara, explanadas destinadas a las grandes aglomeraciones ciudadanas.

La mezquita mayor, o aljama, y la madraza (de madrasa: escuela coránica), así como el zoco y la alcaicería (mercado de objetos de lujo), se localizaban en el intrincado corazón de la ciudad, es decir, en la medina. Los alcázares reales solían encontrarse cerca de la mezquita mayor, pero aislados del laberinto de calles de la medina entre jardines y murallas. Los notables construían sus mansiones, también ajardinadas, fuera de la medina pero a intramuros de la ciudad. Había un baño público cerca de la mezquita aljama y podía haber otros muchos en las diversas barriadas. 

En cuanto a las clases medias y bajas solían vivir en la medina o en determinados barrios que tomaban el nombre de sus moradores (Rabad al-Yahud o Barrio de los judíos, Rabad al-Murabidin o Barrio de los ermitaños, etc.) Algunos de estos barrios, producto del crecimiento de la ciudad, se localizaban fuera de las murallas, lo mismo que las grandes explanadas, en las que en época de fiestas se celebraba la oración pública al aire libre. Cuando los ejércitos del soberano partían para defender el imperio andalusí, se celebraban también en ellas las grandes paradas militares, lo mismo que las plegarias multitudinarias de rogativa (istisqa’), para pedir la lluvia en época de sequía. 

Las continuas idas y venidas de los andalusíes por las estrechas calles y plazuelas de la medina para acudir a la mezquita o al zoco, o a sus quehaceres diarios, podían dar la impresión de una falta de orden y de control administrativo. Sin embargo, no era así; las ciudades andalusíes estaban planificadas por funcionarios que vigilaban el correcto cumplimiento de las normas consuetudinarias contenidas en los tratados de hisba, como las que han llegado hasta nosotros de Ibn `Abdun de Sevilla o al-Saqati de Málaga. 

Estas leyes regulaban todo cuanto se relacionara con la convivencia ciudadana, el mercado o su actividad, el funcionamiento de los gremios de artesanos y comerciantes, y su comportamiento en el zoco. También se ocupaban del peso y las medidas de las mercancías o, incluso, del espacio físico del zoco, evitando la excesiva aglomeración de tiendas y vigilando el saneamiento de sus desperdicios. 

La figura inspectora de este buen funcionamiento era el llamado zabazoque (sahib al-suq), jefe del zoco, figura creada en tiempos de los omeyas, que se convertiría más tarde en el muhtasib, o almotacén. Ambos dependían del cadí. 

No había tampoco olvido del agua, esa “bendición de Allah”, ya que se consideraba un acto piadoso y benéfico, meritorio de recompensa divina, el proveer de agua a los musulmanes. El agua se consideraba necesaria para cubrir las necesidades del cuerpo y del espíritu, e imprescindible para toda la Creación. 
Respuesta dada por: saritaroman
2
Al llegar los musulmanes a la Península Ibérica encontraron numerosas ciudades hispano-romanas con una infraestructura de canalizaciones, pero con notables destrucciones y deterioros. Sobre esas ruinas, fueron levantando los árabes nuevas ciudades, respetando lo útil y aportando la definitiva configuración de la ciudad hispano-musulmana. A esta clase pertenecen las principales ciudades de al-Andalus: Córdoba, Sevilla, Toledo, Zaragoza, Mérida, y muchas otras. Continuando la tradición urbanizadora del Imperio Romano, también construyeron una veintena de ciudades de nueva fundación, entre ellas: Madrid, Calatayud, Almería, Calatrava y Murcia. 

Todas ellas seguían una planificación semejante: zona religioso-judicial (el lugar de la mezquita y la madraza); zona comercial (en torno al zoco y la alcaicería); zona palatino-administrativa (el alcázar del soberano y sus anejos); zona militar (la alcazaba, emplazada en la parte más alta de la ciudad); zona residencial (las mansiones nobles de los cortesanos); zona popular (los barrios, o rabad); cementerios (maqbara) y zonas de recreo y de reunión pública, como la musalla y la musara, explanadas destinadas a las grandes aglomeraciones ciudadanas.

La mezquita mayor, o aljama, y la madraza (de madrasa: escuela coránica), así como el zoco y la alcaicería (mercado de objetos de lujo), se localizaban en el intrincado corazón de la ciudad, es decir, en la medina. Los alcázares reales solían encontrarse cerca de la mezquita mayor, pero aislados del laberinto de calles de la medina entre jardines y murallas. Los notables construían sus mansiones, también ajardinadas, fuera de la medina pero a intramuros de la ciudad. Había un baño público cerca de la mezquita aljama y podía haber otros muchos en las diversas barriadas. 

En cuanto a las clases medias y bajas solían vivir en la medina o en determinados barrios que tomaban el nombre de sus moradores (Rabad al-Yahud o Barrio de los judíos, Rabad al-Murabidin o Barrio de los ermitaños, etc.) Algunos de estos barrios, producto del crecimiento de la ciudad, se localizaban fuera de las murallas, lo mismo que las grandes explanadas, en las que en época de fiestas se celebraba la oración pública al aire libre. Cuando los ejércitos del soberano partían para defender el imperio andalusí, se celebraban también en ellas las grandes paradas militares, lo mismo que las plegarias multitudinarias de rogativa (istisqa’), para pedir la lluvia en época de sequía. 

Las continuas idas y venidas de los andalusíes por las estrechas calles y plazuelas de la medina para acudir a la mezquita o al zoco, o a sus quehaceres diarios, podían dar la impresión de una falta de orden y de control administrativo. Sin embargo, no era así; las ciudades andalusíes estaban planificadas por funcionarios que vigilaban el correcto cumplimiento de las normas consuetudinarias contenidas en los tratados de hisba, como las que han llegado hasta nosotros de Ibn `Abdun de Sevilla o al-Saqati de Málaga. 

Estas leyes regulaban todo cuanto se relacionara con la convivencia ciudadana, el mercado o su actividad, el funcionamiento de los gremios de artesanos y comerciantes, y su comportamiento en el zoco. También se ocupaban del peso y las medidas de las mercancías o, incluso, del espacio físico del zoco, evitando la excesiva aglomeración de tiendas y vigilando el saneamiento de sus desperdicios. 

La figura inspectora de este buen funcionamiento era el llamado zabazoque (sahib al-suq), jefe del zoco, figura creada en tiempos de los omeyas, que se convertiría más tarde en el muhtasib, o almotacén. Ambos dependían del cadí. 

No había tampoco olvido del agua, esa “bendición de Allah”, ya que se consideraba un acto piadoso y benéfico, meritorio de recompensa divina, el proveer de agua a los musulmanes. El agua se consideraba necesaria para cubrir las necesidades del cuerpo y del espíritu, e imprescindible para toda la Creación. 

saritaroman: espero que te sirva
fran025: si gracias
saritaroman: de nada
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