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Explicación:
Los acadios y la III dinastía de Ur ( 2.335 – 2.000 a. C. )
RESUMEN
El reino acadio creado por Sargón representó un cambio cualitativo respecto al mundo sumerio precedente que se había desarrollado en torno a unas ciudades-estado. El mundo mesopotámico fue unificado por primera vez, por lo que debió adaptar sus estructuras a las nuevas necesidades, crear un ejército profesional y una ideología real. Los éxitos alcanzados por Sargón quedaron grabados en la memoria histórica del Próximo Oriente, no así la figura de su más ilustre sucesor, Naram-Sin, que se divinizó en vida. El derrumbe de este reino debido a las incursiones de los Guti, los Amorreos, los Elamitas o los Ilubi, supuso un intervalo breve de tiempo hasta la aparición de la III dinastía de Ur, cuando se construyeron los primeros zigurats, sus reyes recuperaron las tradiciones sumerias y desarrollaron una destacada labor legislativa.
A finales del Dinástico Antiguo III se constatan los primeros intentos de establecer un poder único en la Baja Mesopotamia, como el de Lugalzagesi, pero no sería hasta tiempos de Sargón de Akkad cuando el primer imperio que existió en Mesopotamia, el Acadio (2335-2150 a.C.), fue creado. Su formación fue rápida, su continuidad breve. En su desarrollo se han querido encontrar algunas características presentes en posteriores imperios que florecieron en el Próximo Oriente; la conquista de territorios bajo el liderazgo de un líder político y militar (desde el propio Sargón hasta Alejandro Magno), era factible, pero mantener el control y la autoridad sobre unos territorios extensos y heterogéneos en todos los aspectos (étnico, lingüístico, geográfico e incluso cultural), era una empresa prácticamente imposible. Se cumpliría así una máxima histórica; es más fácil conquistar que administrar una victoria, ya que todo nuevo poder que conquista unos territorios debe enfrentarse a continuas rebeliones y una oposición constante a su administración, al tiempo que el mantenimiento de las regiones requiere unos recursos tan ingentes –tanto económicos como humanos-, que termina debilitándose la administración y a los ejércitos, originando el colapso del reino o imperio, o su regreso a sus límites geográficos tradicionales.