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Respuesta:
Conviene subrayar algo que, para muchos fundamentalistas democráticos de nuestros días, podrá resultar una sorprendente novedad. A saber, que los clásicos de la teoría política no solo antigua sino moderna [859] mantuvieron inequívocas posiciones contrafundamentalistas y aun antidemocráticas. El contrafundamentalismo democrático [872-874] no es sino una limitación del fundamentalismo, en muchos puntos suyos, y acaso su mejor representante clásico sea Aristóteles. (Para el concepto de “contrafundamentalismo democrático” remitimos a Gustavo Bueno, “Historia (natural) de la expresión fundamentalismo democrático”, El Catoblepas, núm. 95, enero 2010).
1) Utilizar el nombre de oligarquía (o gobierno de algunos) en un contexto peyorativo, es decir, como si el gobierno de los pocos fuese siempre en beneficio propio y no en beneficio de todos (olvidándose de las grandes tiranías atenienses).
2) Utilizar el concepto de democracia en su contexto exaltativo (“fundamentalista”) como si el “gobierno de la mayoría” estuviese siempre orientado a la tutela o beneficio de todo el pueblo, y no más bien, en muchas ocasiones, a la ciega resultancia de las voluntades populares (otra vez nos acordamos aquí de las elecciones alemanas de 1933).
Explicación:
Espero averte ayudado