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La Revolución Francesa se radicalizó en la medida que siempre que se oponían dos facciones, la más radical acababa por imponerse.
Al principio (en la Asamblea Nacional Constituyente), los dos grupos enemistados eran los monarquistas constitucionalistas y los republicanos, que acabaron por ganar.
Entre los republicanos se dio una nueva división en la asamblea legislativa: la derecha contra la izquierda. Nuevamente, ganó esta última.
Tras la abolición total de la monarquía, la Convención Nacional divide a la izquierda en girondinos moderados y jacobinos radicales.
Tras la imposición jacobina, Francia entra en un espiral de violencia y muerte sin precedentes, que acaba con el asesinato de los propios jacobinos y la instalación de una asamblea conservadora, que acabaría por desembocar en el Imperio Napoleónico. De esta manera se desradicaliza y se regresa al sistema monárquico.